Kilimanjaro, suma y sigue a los 60

Monica Torres
mónica torres BAIONA / LA VOZ

VIGO

Victor Revenga regresa a Baiona tras lograr la primera cumbre en su reto de ascender el pico más alto de cada uno de los siete continentes

26 feb 2012 . Actualizado a las 06:58 h.

El pasado septiembre, recién estrenados los 60 años, Víctor Revenga dijo que iba a escalar las cumbres más altas de cada uno de los siete continentes. Le faltó tiempo para emprender camino hacia la primera, porque ya está de vuelta en Baiona. El Kilimanjaro es ya un reto cumplido. Cuando finalice el resto, confía en poder afirmar que habrá sido «el primero en iniciar y acabar en la década de los sesenta» semejante aventura. «Me gustó la idea y creo que es posible llevarla a cabo», afirma.

La edad podría parecer un hándicap, pero él es capaz de ponerle aún más emoción al asunto. Confiesa que durante sus vida profesional en activo, como médico del Cuerpo Nacional de Policía, no solo no practicó ejercicio alguno sino que osa subirse a los siete picos a pleno pulmón, «sin oxígeno, a poder ser en solitario, con brújula y plano y sin GPS».

Acaba de regresar a su domicilio, en Sabarís, después de encumbrar los 5.895 metros de altura del volcán Kibo, en la cumbre de África. Es la primera vez que pisaba el continente y, por lo tanto, también Tanzania. Ascendió casi 6.000 metros y, sobre la dureza de la odisea, él se limita a la parte humana, pero a la humanitaria. «Lo más duro es ver las condiciones de trabajo de los tanzanos pasando tanto frío; es como en las películas realmente, van cargados con todos los bártulos y en camiseta corta», señala Víctor Revenga. Su pareja, que lo acompañó hasta el Parque del Kilimanjaro y comparte también su pasión por el senderismo y la montaña, también destaca las extremas condiciones en las que sobreviven los lugareños.

La experiencia parece inenarrable en palabras porque el gesto del alpinista gallego forma parte de su relato. «Vale la pena todo, el viaje, la experiencia, el ambiente, la relación con los tanzanos; todo», remacha. Él mismo parece retrotraerse a las 7.10 horas del 10 de febrero, momento en el que alcanzó la cima, cuando describe sus sensaciones. «Es una maravilla ver el amanecer sobre la sabana y el cráter del Kibo lleno de lagunas heladas», recuerda. Quiso la casualidad, además, que fuera una noche de luna llena «que alumbraba con toda su intensidad las lagunas».

Pudo disfrutar del espectáculo media hora, «porque como los equipos de los porteadores y guías son bastante deficientes, mi guía se congelaba, tuve que regalarle el equipo completo de tres pares de guantes y camisetas térmicas», recuerda. Pero, entre las cosas que aprendió de su guía, está la de proteger de las bajas temperaturas los dispositivos electrónicos. Gracias a su acompañante, que inmortalizó el momento, pudo capturar la instantánea en la cima de Tanzania, porque la batería de su propia cámara quedó más congelada que la imagen.

Ahora disfruta de unos días en Baiona, pero fiel a sus entrenamientos diarios. «Hago unos 30 kilómetros al día, 150 a la semana, porque descanso los lunes», explica. El gusto por andar le viene desde la infancia, aunque se le había olvidado cuando remató también la necesidad de ir andando desde su Pontevedra natal hasta Marín para poder ver pelis de mayores o sobrellevar las eternas digestiones de tres horas a las que se obligaba a los niños de aquella cuando se iba a la playa.

«De aquella había caminado un poco por vocación, mientras trabajé no hice nada de deporte y fue después de jubilarme cuando empecé a andar», asegura. Sin más preparación previa se apuntó al Club de Montaña y con ellos se fue al Monte Pindo, en A Coruña. Afirma que no cree en esas cosas aunque, como buen gallego tampoco renuncia al «haberlas hailas». Pero, desde que alcanzó este punto, conocido como Olimpo Celta, ha recorrido ya casi todas las montañas de Galicia y le resultaría imposible cuantificar en número los kilómetros caminados.

En agosto retomará su ruta por las siete cumbres, que lo llevará hasta el Cáucaso. Pero antes tiene pensado darse alguna otra vuelta. En junio va a repetir en la carrera de los Pirineos, en la que el año pasado batió el récord, aunque otro hizo mejor tiempo. Cuando se quite esa «espinita», irá en julio al Mont Blanc y no será hasta después, que prosiga su cita con las siete cumbres. Su periplo lo llevará por Rusia, Argentina, Oceanía, Alaska, América del Norte, la Antártida, Asia, y Sabarís.

La subida es «a pulmón, sin oxígeno ni GPS; solo con brújula y un plano»

El alpinista camina 150 kilómetros a la semana desde que se jubiló