En nombre de la educación, libertad para el tiburón

VIGO

Parece tolerable hacerle a un pez lo que en humanos sería una tortura

07 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Cuanto menos se nos parecen los animales es menor también nuestra capacidad de empatía con su sufrimiento, por eso a veces nos parece tolerable hacerle a un pez lo que consideramos una tortura con un mamífero.

Quizás muchas personas que se entristecen contemplando la triste vida en cautividad de los osos de Vigozoo disfrutan de la bella imagen del tiburón del Museo do Mar de Galicia. En realidad, un acuario no es más que un zoológico de peces, una simple pecera más o menos grande.

Vigozoo y Museo do Mar, además de compartir la exhibición del encierro de animales silvestres como espectáculo, coinciden también desde su fundación en esa situación de etérea pseudo-legalidad que en cualquier otro ámbito no institucional se conocería como flagrante ilegalidad.

Cadena perpetua

Que una joven tiburona, como la que fue presentada hace unos días por el Museo do Mar, se incorpore ahora a esa cadena perpetua es festejado por sus capturadores, que invitan a contemplar, previo pago, la lenta agonía. Pintorescamente, quienes arrebatan a ese animal de su hábitat natural, lo alejan de sus semejantes y de su entorno y lo confinan en una pecera de tamaño minúsculo con un burdo decorado de fondo, dicen hacerlo precisamente? por amor a los animales.

No me gustaría que nadie me quisiera de esa forma, pero ustedes y yo podemos decidir. La opinión del tiburón (tiburona, disculpen) sobre si prefiere vivir en el mar o en una pecera es irrelevante. Pero como en el zoo, todo sea por la educación ambiental.

El problema es que la educación ambiental dice y defiende cosas radicalmente distintas. No utilicen la educación ambiental como excusa para legitimar lo que, precisamente la propia educación ambiental considera un acto ilegítimo. No usen la educación para justificar lo educativamente injustificable.

Espectáculo de circo

Lo que están ustedes viendo no en el Museo do Mar no es un tiburón, es la degradación de un hermoso y digno animal convertido contra su voluntad en un bufonesco espectáculo de circo.

La mayor parte de la fauna en cautividad lamentablemente es irrecuperable para su reintroducción en la naturaleza, pero si de verdad los responsables de la pecera del Museo do Mar quieren ser ejemplo de respeto y sensibilidad con los animales es muy sencillo.

Ustedes si tienen la oportunidad de hacerlo, ahora: Liberen a esa tiburona en el mar. Es el lugar en el que tiene que estar, es donde debe vivir.