En Vigo ya se abucheaba a los franceses antes de la Reconquista

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Los galos fueron muy mal recibidos tras el combate de Fisterra

17 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

«Me fue preciso entrar en Vigo para desembarcar a mis heridos, algunos enfermos de las tropas de tierra que hay en la escuadra y hacer aguada ...», escribía desde Vigo el teniente general Federico Gravina a Manuel Godoy, el Príncipe de la Paz que llevó a España a la guerra contra Inglaterra de la mano de la Francia napoleónica. Era el 27 de julio de 1805, un día después del enfrentamiento entre la flota combinada hispano-francesa y la inglesa a escasas millas del cabo Fisterra.

Todo el pueblo de la villa acudió a los baluartes y baterías de mar para contemplar mejor la entrada de la escuadra. Cuenta José de Santiago, en su Historia de Vigo, que los destrozos que se veían en la arboladura de la división española «hacían latir de entusiasmo el pecho de los vigueses, amantes de la marina». Gravina no fue el único que aprovechó la estancia en Vigo para mandar correos. Los agentes que Napoleón había puesto para espiar a su almirante Villeneuve también enviaron sus informes. El emperador no quedó nada satisfecho de sus marinos, mientras que llegó a decir de los españoles que «se habían batido como leones». El peso del combate cayó sobre la división de Gravina sin que los franceses hiciesen nada. La inacción francesa fue conocida en Vigo y cuando desembarcaron los marineros galos fueron acogidos con desagrado por los vigueses.

Carpinteros de ribera

La playa de Guixar sirvió de varadero aquellos días a los buques españoles España y América, y el francés Atlas. Los carpinteros de ribera de Vigo se afanaron por arreglar el destrozo causado por los cañones ingleses frente a Fisterra. Los artesanos vigueses llegaron a contar hasta 60 balazos en el América, mientras que el España se quedó sin alcázar, ni segunda batería. José Espinosa recuerda en Tierra de Fragoso que la villa tuvo que adoptar medidas especiales para acoger el gran número de heridos y de enfermos de tifus que traía la flota. Especialmente preocupante fue el caso del tifus. La junta de Sanidad decidió que estos enfermos fuesen trasladados a las casas de campo que tenían el Conde de Priegue y de la señora de Montenegro, es decir, los pazos de La Pastora y Castrelos. Eran las únicas casas aisladas y bien aireadas del contorno. El día 30 desembarcaron los enfermos de tifus y para evitar deserciones se ordenó la creación de un cordón formado por paisanos desde el arenal de Coia, donde se había levantado un hospital de campaña, a los citados edificios. Las casas fueron acordonadas para evitar el contagio.

Capitán Rolland

La breve estancia de la flota combinada, que meses más tarde sería destruida por Nelson en Trafalgar, dejó cuantiosos beneficios a los comerciantes de la villa, ya que fueron aprovisionados todos los buques en los comercios vigueses. El 31 de agosto, Villaneuve ordenó la salida de los buques con rumbo a Ferrol. En Guixar seguían trabajando en el España y América. El buque francés Atlas, que mandaba el capitán Rolland, quedaría como hospital flotante a la espera de que se recuperaran los heridos. Este mismo barco, con el mismo capitán al frente, sería asaltado y capturado por los vigueses en 1808, tras declararse la guerra contra las tropas napoleónicas.

eran otros tiempos verano de 1805