55.000 vigueses tienen la llave de la Alcaldía

Ángel Paniagua Pérez
ÁNGEL PANIAGUA VIGO / LA VOZ

VIGO

Los nervios marcan el cierre de una campaña abierta, tras la que los indecisos acabarán siendo muy determinantes

21 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El duelo electoral todavía está abierto y en los cuarteles generales del PP, el PSOE y el BNG lo saben. Ayer, último día de la campaña electoral, se emplearon más con los rivales que con los ciudadanos: «Alcaldes y alcaldesas de hace cuatro años se dedicaban al postureo». «Este gobierno de coalición debería estar pidiendo perdón a los vigueses (...) por ser la ciudad de Galicia en la que más crece el paro». «Hai que votar para que vigo siga sendo unha cidade libre e desterrar o caciquismo e a corrupción do Partido Popular». El primer puñetazo lo firmó Abel Caballero, el segundo Alberto Núñez Feijoo echando un capote a Corina Porro y el tercero, Santiago Domínguez.

Es la última bala, la de la recámara, la desesperada: tal vez yo no sea el mejor, pero los demás son mucho peores; así que vótame. Con ese argumento, los tres candidatos a la alcaldía de Vigo tratan de convencer a los que realmente tienen la llave del futuro gobierno de Vigo, los 55.000 ciudadanos censados que todavía no habían decidido su voto cuando comenzó esta campaña electoral, hace quince días. Son prácticamente uno de cada cuatro entre los 236.259 vigueses que están convocados a votar. Los expertos en demoscopia calculan que en una campaña electoral el voto de los indecisos puede decantar hasta cuatro puntos porcentuales del resultado final.

Y como todo está tan abierto, cada voto cuenta. Los tres partidos con representación municipal están transmitiendo a los suyos que las encuestas les dan para vencer, repitiendo el bipartito en el ala PSOE-BNG, o con la mayoría absoluta que precisa el PP. Pero entre los suyos reina el escepticismo. Y, sobre todo, el nerviosismo.

Abel Caballero ha reclamado la presencia de cuatro ministros -Trinidad Jiménez, Caamaño, Rubalcaba, Blanco- durante la campaña, poniendo sobre la mesa que dirige la mayor ciudad de Galicia. La candidatura ha acusado el carácter personalista del aspirante a la reelección y, salvo Carmela Silva, el resto de la lista ha ejercido como público.

A Corina Porro le tiembla la voz en el final de campaña, fruto del cansancio y los nervios. Alberto Núñez Feijoo ha recuperado estos días su condición de vigués y se lo ha visto constantemente, ayer mismo, sin ir más lejos. Mañana votará en García Barbón.

Santiago Domínguez ha dejado de lado su vertiente más institucional en los últimos días y ha recuperado discursos más tradicionales del Bloque. Un espíritu más guerrilleiro del que no se libró ni su socio de gobierno, del que no ha acostumbrado a hacer críticas.

55.000 indecisos decidirán cuál de esos tres se convierte en alcalde de Vigo. Entre ellos, el voto joven dirá más que nunca. No solo porque diez mil ciudadanos tengan derecho a elegir a su alcalde por primera vez en sus vidas, sino porque han entrado en escena en el momento más inesperado. Porque hasta ahora nadie había acampado nunca en la farola de Urzaiz para quejarse por la falta de democracia. Y ningún político se ha acercado allí ni a saludarnos.