La joven estudiante de bachillerato canguesa Iris Paz monta cerca de la playa nudista de Barra el primer paintball de O Morrazo
14 feb 2011 . Actualizado a las 13:00 h.«Disfruta, descarga adrenalina, dispara a quien prefieras, recuerda tu infancia, libera el estrés, desconecta de la rutina diaria. Vive». Así se anuncia Dangerous play, la empresa de la canguesa Iris Paz, una estudiante de primero de bachillerato artístico en el María Soliño que con ayuda de su novio, el vigués Juan Beiro, montó en Viñó, en la bajada a la playa nudista de Barra, el primer paintball de O Morrazo.
La finca, de unos 2.500 metros, fue un cámping hasta que lo cerró la Xunta por estar en espacio protegido. La joven, amiga de la hija de los propietarios, les propuso reconvertirla para que ella y su pandilla pudiesen jugar a la guerra. Antes, iban a O Grove o a As Neves. Tras cumplir los 18 años, se dio de alta en autónomos y montó la empresa.
«No va mal. Vienen chavalitos a hacer cumpleaños, familias con niños, grupos de amigos, una empresa. Algunos repiten. Hay posibilidades de negocio», afirma Iris. «Fue decir que había esto aquí y corrió la voz. Además, no exigimos grupo mínimo. Puede venir quien quiera, hasta una pareja enfadada para jugar uno contra uno», añade la joven empresaria. Si es necesario, ella y su novio se suman a la contienda.
Ayer por la tarde se juntaron dos equipos y se enzarzaron a tiros. Aunque son bolas de cera y aceite, no se pueden disparar a menos de 10 metros. Los guerreros han de llevar protección: mono, máscara, protectores de cuello y pecho y guantes.
«¿Qué satisfacción nos produce?. Desahogo. Salvar rencillas. Darle a los demás lo que no le puedes dar al jefe», decía uno de los participantes.
«As veces parece que andan a cazar xabaríns», indicaba días atrás, riendo, una señora mientras plantaba unas coles en una finca próxima. En ocasiones, los guerreros se sumen hasta tal grado en el juego que les parece que la batalla es de verdad. Gritan, se animan entre sí y se arrastran por el suelo imitando a los héroes de las películas americanas mientras disparan sus bolas con colorante. «La gente se monta su película», dice Juan Beiro, que vestido con un mono de diferente color, hace las funciones de monitor.
La empresa proporciona todo el material, tanto la vestimenta como las armas. Lo que se paga son las balas. El precio normal es de 17 euros por cien unidades; 21 euros por 200; 35 por 500 o bien 80 euros por una caja de 2.000. Cada recarga sale a 7 euros. Una batalla suele durar un par de horas. Durante el invierno, como promoción, ofrecen 300 balas a 20 euros.
Hay numerosas variedades del juego, desde conquistar la zona central y hacerse con la bandera hasta asumir el papel de acorralado, cargado de munición, y ser perseguido por el resto de los jugadores. Otra de las opciones es la de combatir todos contra todos.
El campo de batalla es el antiguo cámping. Está cerrado por una malla, cuenta con aseos pero no con duchas. Los jugadores tienen árboles, tablones o ruedas para esconderse del enemigo. Cuando un soldado recibe una bala está muerto y debe abandonar la contienda. En ocasiones no acepta sumiso su suerte.
La empresa se anuncia en Internet. También se puede contactar en los teléfonos 628465330 y 600696961.