«En 25 años vendí 125 toneladas de castañas, sin subirme a un árbol»

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Dice que a los vigueses les gustan mucho, pero que también las compran los chinos en cantidad y que a algún turista le dijo que le quitará la casca, porque las comía enteras

25 oct 2010 . Actualizado a las 12:23 h.

Xulio Vázquez Al igual que algún tipo de marisco, se cría resguardada. Es el centollo del bosque. Aunque tiene por caparazón un erizo para evitar el prematuro picoteo de los pájaros. Estamos en tiempo de castañas. Las calles ya huelen a magosto. Un festejo que tiene connotaciones mágicas entre el humo de las hogueras y el mundo de los muertos. Simboliza la inmortalidad al provenir de un árbol de larga vida. Se dice que cada castaña que estalla en el fuego supone la liberación de un alma encerrada en el purgatorio. Algo tendrán cuando los romanos se las daban a los gladiadores. Elsa Ramos Touriño (71 años) es la castañera de Príncipe y las asa en un horno en forma de antigua máquina de tren. Pero procura que no le exploten, porque le arruinarían el negocio. -¿Por qué se dedicó a vender castañas? -Es una tradición familiar, aunque yo nací en Buenos Aires, pero mis padres retornaron a Vigo cuando era moza. Hace veinticinco años decidimos rescatar la máquina de asar castañas de mi abuela, que estaba ya media podrida en un galpón. La reparó mi marido, incluso le hizo la serpentina que llevaban las antiguas máquinas de tren a vapor y le puso una campanilla. Quedó como nueva. Además de Ferrocarril Sur, también le rotulamos Expreso Príncipe. Es la atracción de niños y mayores. -¿Dónde la guarda? -La dejó en el párking de Progreso. Pero me ayudan, porque pesa unos 300 kilos, aunque va sobre ruedas. -¿Cuánto tiempo estará vendiendo castañas? -Sobre tres meses, hasta que ya no haya castañas. Acabo de empezar, porque antes no había. Me pongo delante de este banco de la calle Príncipe todos los años. Le pago al Concello por metro cuadrado. -¿En Vigo se consumen muchas castañas? -Sí, la gente es muy viciosa por las castañas. Incluso he tenido colas. Pero no solo de Vigo, sino también los extranjeros. Los chinos son locos por ellas, me compran cantidad. También le gustan a los africanos, sudamericanos y a los turistas que vienen en las grandes yates. -¿No tienen miedo a mancharse las manos? -No, porque están acostumbrados a comer en la calle. Sin embargo, a alguno le tuve que decir que las pelase, porque se las comía con casca y todo.

-¿Y a usted, le gustan?

-Mucho, pero estoy tan entretenida que ya ni las como. -¿Qué tal son este año? -Muy ricas. -¿Existe la castaña perfecta? -Las tuve el otro día, aunque nunca son perfectas del todo. Pueden ser sabrosas y duras de cocinar, mientras que ahora tengo unas que se asan con muy pocas vueltas. -¿Alguna receta de la abuela? -El único secreto reside en manejarla bien para que no se quemen o se queden en una esquina algo crudas. Pero también influye el estado de ánimo. -¿Quiere decir que si está triste se nota al asarlas? -Así es, aunque no me crean. Pero, cuando uno está alegre, salen tan bien asadas que parece que vuelan. -¿Cómo le gustan a la gente? -A unos más asadas que a otros, incluso hay quien las quiere un poco quemaditas. Lo importante es que al cogerla entre los dedos y hacer un poquito de presión se pueda abrir. Eso quiere decir que está bien cocinada. -¿Cuánto tiempo le lleva asarlas? -Entre cinco o diez minutos. Una hornada son tres bandejas de un kilo cada una. Cada bandeja tiene su propósito: La de abajo se cocina, luego se pone más arriba, hasta dos alturas, por lo que esta máquina es perfecta para asar las castañas. -¿Qué utiliza para el fuego? -Carbón y briquetas de madera, debido a que no hacen humo. -¿Se las han pedido peladas? -(Risas). Sí, pero les digo que hasta ahí no llegamos. También me las piden cocidas. Algunas personas incluso me dicen que les eche sal. -¿Solas o acompañadas? -Hay quien las come hasta con un cocido. -¿Cuenta las castañas? -No, porque ya tengo los cucuruchos con la medida adecuada, para 1,50, 2 y 5 euros. No obstante, si en una semana con otra vendo unos 300 kilos, teniendo en cuenta que estoy tres meses, que el día de los magostos me compran cuatro veces más y que ya llevo 25 años, habrán pasado por mis manos unas 125 toneladas, aunque nunca me subí a un castaño.