Olga Santoni baila en su boda con un Gaultier

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

07 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Profesión obliga. Y más en una boda con tantos diseñadores de moda por metro cuadrado en la lista de invitados, solo comparable a la de músicos. Olga Santoni dio ayer el sí ante dos centenares de familiares y amigos. Fue una ceremonia cuidada al milímetro, seguida de una fiesta en la que la música se convirtió en el epicentro de una velada que se prolongó hasta el amanecer.

El escenario elegido fue el pazo de Urzaiz, de cuya decoración, en la que destacaban unas inmensas bolas confeccionadas con siete docenas de rosas blancas cada una, también se encargó personalmente la diseñadora viguesa.

Hablo con ella 48 horas antes del enlace para pedirle que me adelante detalles. «¿Quieres detalles? El mejor de todos es que aún no he terminado el traje», dice sin perder su omnipresente sonrisa. En realidad, el que no estaba rematado era uno de los tres que lució ayer; eso sí, el más importante de todos, justo el que diseñó para la ceremonia civil que, pese a celebrarse en el vecino Nigrán. Ejercieron de padrinos Manuel Santos, padre de la novia, y Áurea González, madre del novio. Intervinieron varios amigos y familiares de ambos contrayentes con mensajes tan cariñosos como divertidos. Hubo tiempo para el humor y para el llanto.

Igual que en los modelos que vistió después en su particular exhibición de salsa acrobática, y más tarde en la fiesta rachada sin fin, el marfil y la plata fueron los colores de referencia, todos ellos con aplicaciones de cristales de Swarovski, que para eso Oljita's, la firma de novias que capitanea Olga, tiene la exclusividad para el uso de dicho material.

El último de los tres fue un regalo de un colega internacional. ¿Pistas? Ahí van tres: es francés, su línea de perfumes incluye uno con frasco de diseño inconfundible y acaba de empezar a diseñar lencería femenina de lujo. Por supuesto, no podía ser otro que Jean Paul Gaultier.

Y baile. Son, junto con la moda, las otras pasiones de Olga (en realidad de toda la familia), que ahora también comparte con su flamante marido, un hombre vinculado al mundo de la náutica que, en su tiempo libre, ejerce de percusionista en un grupo aficionado. Precisamente se conocieron gracias a la percusión. «Fue en una boda. Me acerqué para decirle que no estaba tocando muy bien y ya ves en qué acabó la cosa», ironiza.

La música corre por las venas de Olga desde que nació. Igual que a sus hermanos, se la inoculó su abuelo materno, un cubano de la Vieja Trova, que abandonó la isla por amor tras un viaje a Galicia. Precisamente desde Cuba llegó expresamente para la ocasión la Timba Muyayo, que puso el toque caribeño a la fiesta. Del acento (musical) gallego se encargaron los Tiruriru Caramuxo, y una pléyade de músicos que habitualmente tocan con Mercedes Peón, Carlos Núñez... Un mariachi puso el toque mexicano -«en todas las grandes fiestas familiares cantamos Las Mañanitas»-, un coro de góspel la espiritualidad, y también el ex Golpes Bajos Pablo Novoa acompañó la entrada de la novia en el recinto. La ceremonia acabó con la interpretación del Oh, happy day cantado por todos.

Con tantos invitados llegados tanto de allende el Atlántico como de allende los Pirineos, Olga pensó que lo mejor era presumir de gastronomía. «Quería que conocieran nuestra cocina, sobre todo nuestros estupendos productos, así es que me decanté por un menú con acento gallego y, especialmente, con acento marinero», dice. Variado de marisco (bogavante, cigalas...), mero, ternera gallega, filloas, tarta de castañas y queimada fueron algunos de los platos que se sirvieron.

Las paradisíacas aguas de Bali esperan a la pareja a partir de mañana, donde se encontrarán con un grupo de amigos que no pudieron desplazarse a Vigo. Entre ellos, el diseñador francés. Allí repetirán el sí quiero en una típica y colorista boda balinesa.