La fotografía de Ricard Terré tenía cualidades curativas

Jorge Lamas jorge.lamas@lavoz.es

VIGO

22 dic 2009 . Actualizado a las 02:31 h.

En 1959, el fotógrafo catalán Ricard Terré presentó, en una exposición celebrada en Barcelona, una fotografía de una niña que padecía de estrabismo, realizando su primero comunión. La imagen fue vista por un oftalmólogo cuya sobrina, que presentaba el síndrome de Down, iba a hacer la primera comunión. El médico captó la visión respetuosa del fotógrafo ante la discapacidad y le propuso realizar las fotografías del acto religioso que protagonizaría su sobrina. Terré aceptó, pero le impuso como pago que operase a la niña bizca de la fotografía. El médico aceptó las condiciones, aunque no sería él quien realizase la operación. Ricard Terré buscó a la niña en Sant Boi de Llobregat, la localidad catalana donde había captado la instantánea, y la encontró. Ya sin saber el desenlace de la operación, Ricard Terré se instaló en Vigo, donde meses después recibió la visita de un matrimonio con su hija, vestida con el traje de su primera comunión. Era la niña de la fotografía, que había recuperado la visión normal.

La historia permite conocer la dimensión humana de este fotógrafo nacido en 1928 en Cataluña. Ricard Terré comenzó a ser vigués en 1959, cuando se trasladó desde su Cataluña natal para instalarse en nuestra ciudad. El pasado 29 de octubre, Ricard Terré fallecía en Vigo, a la edad de 81 años. El Centro de Estudos Fotográficos quiere recordar su figura mediante un sencillo acto civil que se celebra hoy en el Marco, a partir de las 20.30 horas. El programa preparado por Xosé Luis Suárez Canal y Manuel Sendón comenzará con la exhibición de un vídeo sobre el fotógrafo realizado en Cataluña. Posteriormente, hablarán Xosé Luis Suárez Canal, Laura Terré, hija del artista, y Manuel Sendón. Mientras duren las exposiciones, los asistentes podrán ver, a través de tres pantallas, una proyección de fotografías de Terré, que darán idea de la obra realizada durante su vida.

«Nos anos 50, a fotografía era concursística e tiña como único obxectivo a perfección compositiva», explica Manuel Sendón, para contextualizar la obra del homenajeado. «El tiña outra visión, entendía a fotografía como un medio de expresión de emocións, cun interese humán, asi que pódese dicir que foi un transgresor que soubo transformar os seus defectos formais en recursos estéticos», añade Manuel Sendón. El Centro de Estudos Fotográficos entró en contacto con Ricard Terré hace 25 años, durante la primera Fotobienal de Vigo. La relación fue muy fructífera ya que propició el regreso de Terré a la fotografía, disciplina artística que había abandonado el fotógrafo catalán a mediados de los años sesenta. «Cando se instala en Vigo, inicia unha serie de murales para diferentes centros vigueses, como Zona Franca ou o Aero Club», señala Sendón. En aquella época realiza más de cien murales modulares que se alejan de su visión personal de la fotografía, motivo que le hace abandonar el ejercicio fotográfico. Su presencia en la ciudad está, a partir de entonces, más relacionada con la música, o para ser más exactos con el sonido, a través de un establecimiento de material sonoro que abre en la calle Venezuela, así como a su vinculación con el movimiento jazzístico de la ciudad.

En el año 1982, se organiza una exposición en Barcelona a la que asiste como invitado. «Foi cando o coñecemos nós», recuerda Sendón. «De feito, daquela nos dixo que xa non tiña máquina de fotos», situación que no duró demasiado tiempo porque en 1986, Ricard Terré participa en Vigovisións para no dejar ya la fotografía. Fruto de aquella relación son el más de medio centenar de imágenes que pasaron a la colección fotográfica del Concello de Vigo, que está custodiada por el Museo de Arte Contemporánea de Vigo. «A súa obra é corta pero moi consistente», afirma Manuel Sendón, quien explica la convocatoria del homenaje: «Cando unha cidade perde un veciño como Terré, senón fai nada é que está morta».

El nombre de Ricard Terré todavía no se encuentra en el callejero vigués, como ocurre con otros fotógrafos de la ciudad, sin embargo, sí está su obra en la colección fotográfica municipal de Vigo, aportándole una notable calidad, reconocida en diferentes países. La Fotobienal de Vigo logró recuperar en su momento no solo su nombre sino también sus ganas por volver a ponerse tras una cámara. Aunque ya jubilado, el fotógrafo volvió y dejó una segunda etapa creativa que había comenzado a mediados de los años noventa en su tierra natal.