Un arquitecto moañés consigue el segundo premio de un certamen gallego con una pieza que creó en Finlandia
11 ene 2010 . Actualizado a las 13:22 h.«Igual me debería replantear la cosa y dedicarme a la escultura», dice entre risas. En la arquitectura, su profesión, no le ha ido nada mal a Rodrigo Currás pero con la que, hasta ahora, es la única escultura acaba de recibir un premio de 1.500 euros. En realidad, era un regalo para su padre pero ahora se la quedará la Xunta, ya que el jurado del certamen Gzcrea le ha otorgado el segundo premio en la categoría de artes plásticas.
La pieza en sí ya tiene una historia curiosa. Fue construida en poco más de una semana en Finlandia, durante el último año de carrera de este moañés de 29 años. «Siempre me llamó la atención la carpintería y la facultad de Oporto tenía un buen acuerdo para poder hacer un año en Helsinki, así que me fui el último año sin dudarlo», recuerda Rodrigo.
En la facultad finlandesa los alumnos tenían a su disposición un taller en el que podían experimentar en sus ratos libres con la madera, que incluso les ponían gratis. Rodrigo pasó allí muchas horas. De hecho, la escultura la hizo simplemente para aprender a usar bien las máquina. «Mi intención era diseñar y hacer una silla pero con los estudios no tuve tiempo suficiente». Así que se volvió a Galicia con el cubo de madera en la maleta y se lo entregó como regalo a su padre, que durante parte de su vida construía traineras.
Poco más de tres años pudo disfrutar el padre de Rodrigo del obsequio ya que hace unos meses le tuvo que pedir que se lo devolviese para presentarlo al certamen. Como quedó segundo, la obra se la queda ahora la Xunta, lo que obliga a Rodrigo a barajar formas para compensar a su progenitor. «Igual tengo que darle la mitad del dinero», bromea, aludiendo a los 1.500 euros del premio.
El punto de partida del cubo es una junta tradicional gallega, conocida popularmente como O Raio de Xúpiter. De ahí, surge lo curioso de su estructura. Las piezas que conforman el cubo no se pueden deshacer sin quitar antes la espiga central, a la que incluso colocó un candado. «Lo hice intencionadamente para enfatizar la idea de cierre . A no ser que lo rompas a lo bestia, es imposible deshacer el cubo sin sacar el travesaño», explica el arquitecto. El significado de la obra tiene mucho que ver con esta idea y con la experiencia de Rodrigo Currás en Finlandia.
Monte quemado
Una de las cosas que más le sorprendió es la diferencia entre los bosques de aquí y de allí. Rodrigo se quedó impresionado de cómo se cuidan y miman los bosques en los países nórdicos. Los recuerda como espacios abiertos que la gente disfrutaba y podía recorrer sin tropezarse con maleza. «En Finlandia no entendían que aquí hubiese incendios en los montes y que alguna gente se dedicase a prender fuego en los bosques». Por eso, quiso incluir este aspecto también en la obra y quemó parte de su cubo con un soplete. Finalmente Monte queimado, monte fechado se convirtió en la manera en que este arquitecto moañés pudo reflejar que nuestros bosques tienen «fecha de caducidad». Aunque Rodrigo no tiene intención de seguir con la escultura, sí que quiere con su arquitectura seguir trabajando en esta línea.