El caso de la empresa Louriña no es el único que ha alzado al río Louro como uno de los más contaminados de Galicia. Empresas y particulares de los municipios de O Porriño, Mos, Salceda y Tui han convertido el cauce durante años en un vertedero común que permaneció incontrolado durante mucho tiempo. El milagro que todos esperaban, la ansiada depuradora de Guillarei, se convirtió recientemente en uno de los ejemplos más drásticos de los problemas de gestión. Una vez finalizada la faraónica construcción, nadie se hizo cargo y permaneció en el olvido durante dos años. La presión de las firmas, acuciadas por las denuncias de la Confederación Hidrográfica por la contaminación, provocaron que Xunta y Concellos tomasen cartas en el asunto. El 2009 estaba llamado a ser el año de su puesta en marcha, aunque los distintos trámites burocráticos, la formación de un ente que lo gestione y la falta de colectores para parte de la red ha provocado que el ansiado milagro aún no haya visto la luz.