«É un momento triste para Vigo; falta liderazgo político e asociativo»

María J. Fuente / S. Antón

VIGO

Para el director Edicións Xerais las clases empresarial y trabajadora están muy por encima de los políticos; cree que el fútbol es un termómetro de la salud de la ciudad

03 ago 2009 . Actualizado a las 14:23 h.

Llegó al mundo y a Vigo en el Pirulí y desde el centro hospitalario Manuel Bragado fue derecho a Pi y Margall. En esa calle, frente a la confitería Ramos, vivió hasta que se trasladó a A Coruña para estudiar interno el bachillerato en la Universidad Laboral.

El rincón que más recuerdos le transmite de la ciudad es el paseo de Alfonso XII, próximo a su casa. «Sempre foi o espazo familiar, o mirador do paseo é o que identifica máis coa cidade como unha abella da ribeira».

Desde el paseo de Alfonso veía los edificios de los armadores sobre los que figuraba un rótulo: Tinglado general de empaque.

«Eu vivo a miña cidade con moita paixón, co maior espiritu cidadán posible; é o espazo onde pasamos os nosos días e creo que este momento é de auténtica crise». Si de algo presume es de ser un celtista apasionado desde hace cuarenta años. En su opinión, el Celta resume el espíritu heroico de la ciudad, que renace de las adversidades. El momento que vive el equipo es, a su juicio, el que le corresponde. «Estivemos por enriba das nosas posibilidades, agora nos corresponde pelexar; o fútbol pode ser un termómetro do estado de saúde da cidade».

Falta de liderazgo

Según el editor vigués, «non hai un proxecto colectivo compartido polas forzas políticas do Concello e sociais, é un momento triste para Vigo, de falta de liderazgo político e asociativo». Confía en que se pueda recuperar el aliento y superar la situación de escepticismo que viven muchos ciudadanos por medio de ese motor cívico y de ese pulmón reivindicativo, que en algunos momentos salva a la ciudad. Pero sabe de sobra, que no se puede confiar permanentemente en este recurso y advierte que la clase empresarial viguesa y la trabajadora están muy por encima de los políticos.

Reconoce méritos innatos de la ciudad, como su masa forestal, pero admite carencias importantes como «a nosa indixencia a nivel bibliotecario», lo que la sitúa con uno de los peores índices de España en dotación de bibliotecas.

En sus casi veinte años en el mundo editorial, quince de ellos como director de Xerais, ha advertido una gran evolución, el catálogo se ha fortalecido y diversificado hasta el punto de pasar de seiscientos a más de tres mil títulos. Presume del proyecto coherente en Xerais desde siempre y la define como una editorial monolingüe con una pretensión comercial para defenderse en el mercado. «Temos a fortuna de que nestes últimos anos aumentou o mercado de lectores en galego e os nosos libros contribuen a amplialo dalgunha forma».

Bragado es consciente de que si se modificase el estatus de la lengua no favorecería el desarrollo de la normal actividad y podría producir una fractura social. Espera que esa hipótesis no vaya adelante. Al margen del educativo, que se sitúa a la cabeza del libro gallego, la novela es la privilegiada de la literatura y, como en el resto de España, las mujeres narradoras también han despuntado en Galicia. «Creo que é o fenómeno máis interesante dos últimos anos na literatura galega, a aparición normalizadora de narradoras».

De hecho, hasta el 2001, en veinte ediciones nunca había ganado una mujer, y desde entonces ya van cuatro y tres hombres.

Marilar Aleixandre, Inma López Silva, Teresa Moure, Rosa Aneiros y María Reimóndez son solo algunos ejemplos de lo que puede dar de sí la literatura gallega. La representación viguesa en el mundo literario queda a una excelente altura con Domingo Villar y su inspector de policía, Leo Caldas, que ha tenido muy buena acogida. Otras figuras consideradas «magníficas» son Marcos Calveiro y Agustín Fernández Paz.