«Cerré un restaurante en Caracas y ahora abrí una zapatería en Vigo»

Xulio Vázquez

VIGO

19 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Es capaz de freír la suela de un zapato o de darle betún a un huevo. Y no es broma. Son las habilidades de algún emigrante para abrirse camino en la vida y poder ganarse las habichuelas. Tal es el caso de Francisco González Álvarez (56 años). Fue cocinero durante 30 años de su propio restaurante en Venezuela. Pero, desde hace apenas seis meses, regenta una zapatería en Vigo. Es natural de Padrenda (Ourense). Curiosamente, el oficio de zapatero se lo enseñó un lucense en Caracas. Ahora le sirve para el sustento de su familia hasta que alcance la jubilación. Atiende en el número 76 (interior) de García Barbón. Se llama La horma. -¿Este trabajo le va a la medida de su zapato? -(Risas). Monté la zapatería porque quería disponer de más tiempo libre. También trabajé aquí en Vigo en la hostelería, tanto de camarero como en la cocina. Pero tenía muy poco descanso y siempre estaba ocupado los fines de semana. Estuve así unos tres años. -¿No se le olvidó el oficio? -No. Además, estuve trabajando un poco con un amigo zapatero antes de abrir mi negocio. Fue como un entrenamiento. -¿Es toda la maquinaria nueva? -Sí, pero aún falta alguna cosilla. -¿Se defiende mejor con el calzado que en los fogones? -Igual que con la cocina. Conozco bien los dos. -¿Le afecta la crisis? -No tanto. Además, nos favorece, porque se aprovechan más los zapatos. Algunos ya van por las terceras suelas. Sin embargo, cuando me traen un cinturón de hombre, casi siempre es para hacerle un agujero más. Señal de que han engordado. Mientras que las mujeres mantienen mejor el tipo, sobre todo en el verano. -¿Repara más calzado de hombre o de mujer? -Mucho más de mujer. -Su película preferida será «Tacones cercanos». -(Risas). Sí, aunque la llamaría tacones de aguja, porque esas tapitas son las que más se consumen. -¿Cómo le fueron las cosas en la emigración? -Tenía un restaurante en la zona caraqueña de Sabana Grande. Una calle como aquí la de Príncipe. Pero un buen día la invadieron los vendedores ambulantes y me arruinaron el negocio. Tenía más de 300 metros cuadrados y cogían 150 comensales. Todos los viernes les hacía el cocido gallego. Y les encantaba. -¿Por qué se hizo zapatero? -Aprendí el oficio por hobby en Caracas, donde tenía una zapatería un emigrante de Lugo. Yo solía ayudarle algunas veces y me enganchó.