La ciudad de los leñadores

VIGO CIUDAD

04 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Para «humanizar» Vigo se talan los árboles. Explica el Concello que se trata de ejemplares jóvenes y de escaso valor. Que no dan ni sombra, vamos. Que su eliminación, por lo que dicen, facilita los trabajos.

Pero yo creo que los árboles son una metáfora. Son la representación de que, en Vigo, la única política vigente es la de tierra quemada. Y estas talas no tienen otra finalidad que la de arrancar de raíz todo lo que haya hecho antes cualquier predecesor.

Vigo no encuentra un gobierno estable desde los tiempos de Soto. Si es que aquello, aquel baile de tránsfugas, pudo considerarse estabilidad. La forma en que «O Compañeiro» abandonó la Alcaldía, traicionado por sus correligionarios, habla a las claras del astracán que vivimos en aquella época.

Luego, durante dos décadas, lo hemos probado todo. No se puede decir de los vigueses que tengamos miedo a cambiar. Sólo la suerte ha evitado que no hayamos caído víctimas de un mesías, de un populista, de un arribista del sistema, ya hartos de intentarlo todo, como ocurrió en otras latitudes con Jesús Gil, José María Ruiz Mateos o Le Pen.

Vigo cambia y vuelve a cambiar, sin hallar nunca un rumbo. Y, en el ínterin, arranca los árboles, levanta las aceras, demuele los edificios, remoza los jardines, humaniza, construye y «deconstruye» sobre lo ya ejecutado.

El Concello, ahora mismo, levanta los árboles. No les sirven. Tienen otras ideas. Les gustan otras especies. Y el resultado es que, como esos mismos árboles, nada tiene la más mínima oportunidad de crecer.

Esto parece el «turno de partidos», el que fundaron Cánovas y Sagasta, el de «quítate tú que me pongo yo», y el de marear a la ciudad, y a todos sus ciudadanos, con egos, partidismos y tonterías.

Claro que este artículo, como es obvio, no va sólo de árboles. Va, por ejemplo, del Plan Xeral de Ordenación Municipal. El mismo que se acaba de aprobar hace poco más de un año y al que el Partido Popular, por boca de José Manuel Figueroa, ya da por muerto.

Confiemos en que, tras más de una década de debates, inversiones ingentes, retrasos injustificados, y caos urbanístico por doquier, recapacite el Partido Popular si, por sumar algunos votos para su causa, quiere abrir de nuevo la caja de Pandora de la ordenación de Vigo.

La alegría, la inconsciencia con que aquí se arrancan árboles, farolas, bancos, jardines, flores y planes generales mueve al más absoluto pavor. Algo de lo hecho antes puede que merezca la pena. O que podamos esperar un tiempo prudente para verlo crecer. Es preciso un mínimo de responsabilidad, tanto en la política, como en la ordenación urbana y, también, por supuesto, en el orden de la silvicultura callejera.