Hoy quedan solo unas cuantas docenas de personas de Moaña trabajando en las plataformas, muchas de ellas, hijos de los pioneros. Hay pocas familias que no hayan tenido a alguien soldando, montando estructuras y desmontándolas a medida que se secaban los pozos de petróleo, instalando tuberías bajo el mar, de cocinero, lavandero o camarero en esta actividad.
Se fueron marineros de la mercante y de bajura, soldadores de Ascón antes y después del cierre del astillero, en 1983, y con ellos, cientos de moañeses. Muchos construyeron sus casas, generalmente grandes y a veces, ostentosas. Creció el consumo. No se regateaba en gastos. Sus hijos tuvieron lo que sus padres no habían tenido jamás. En algunas casas, los pequeños dormían con sus madres y no aceptaban de buen grado volver a su habitación cuando el padre regresaba de vacaciones.