«Reconozco la gran pasión que tengo por el papel impreso»

VIGO

La profesora especialista en Historia del Arte que imparte cursos en el Marco atesora sus libros como objetos acogedores

26 oct 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Ana Pereira eligió hace muchos años vivir rodeada de arte, y de libros, para leer, para tocar, para ver y disfrutar. Ana estudió la carrera en la Universidad Autónoma de Madrid, es además doctora en Historia del Arte por la Universidad de Santiago y varias generaciones de vigueses se formaron con ella mientras impartió clases en el antiguo COU en el colegio Santiago Apóstol.

Algunos de ellos han vuelto a ser ahora pupilos suyos, porque desde hace unos años comparte con un alumnado ecléctico su pasión por la historia de la plástica en diferentes instituciones como el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo y en cursos organizados por entidades como Caixanova o Caixa Galicia, además de otros en la Menéndez Pelayo o en la de Santiago como profesora asociada. «Estos cursos son para mí tremendamente gratificantes y enriquecedores, porque son para adultos que van porque quieren. Y me sigue sorprendiendo el enorme interés que existe por el tema cuando parece que todo el mundo pasa de todo. En Vigo tengo ahora cuatro cursos y en cada uno hay 120 personas matriculadas. ¡Casi 500 personas cada semana que vienen a interesarse por aprender algo sobre el arte porque quieren!», expone.

Son tantos los frentes temáticos que tiene abiertos -sobre los últimos cien años de arte, sobre la mujer en el arte o las treinta monografías, de Picasso a Hirsch, de las que se compone su último curso en el Marco- que la obligan, «con gusto», a pasar muchas horas manejando libros para preparar las materias que abarca. «Es una labor bastante ingrata porque hay que elaborarlo mucho para luego ofrecerlo de una forma clara y entretenida», explica.

En vez de ir disminuyendo sus actividades, cada vez acumula más. «Me gusta mucho lo que hago y mientras pueda lo seguiré haciendo. Además, lo compagino con el comisariado de exposiciones, publicaciones, estudios y proyectos como el que ahora tengo entre manos, para elaborar un libro que compendie todo el arte contemporáneo gallego, porque en este momento no existe una obra genérica, bien escrita, con buen papel, calidad gráfica y apta para un público no especializado», cuenta.

«El arte es, por supuesto, muy importante en mi vida, pero es más importante la vida misma», confiesa. Ana Pereira, además de destilar un gran sentido del humor, es una mujer de desbordante energía, una curranta nata que se define como «muy voluntariosa, luchadora y nada perezosa», capaz de extenuar a los que la rodean mientras ella pasa tan fresca de una actividad a otra, de dar una clase a hacer deporte, de ir a recoger setas a asistir a una función de ópera. «Mis amigas dicen que las agoto», revela.

Artesanía del mundo

Aunque no se considera una coleccionista al uso, cuando viaja suele traerse objetos de artesanía de los lugares que visita, aunque muchas veces sean engorrosas piezas que añadir al equipaje. «Suelo buscar elementos sin gran valor económico, pero muy representativos de los sitios a los que voy, objetos que identifican su cultura, desde textiles a muñecos, cerámica, cestería... Me encanta viajar y viajo lo que puedo, como todo el mundo, pero a medida que me desplazo a latitudes muy diferentes a las mías, me entusiasma cada vez más la manera que tiene de expresarse la gente haciendo arte con muy pocos medios. Y aunque juro, por ejemplo, que no voy a recorrer todo Vietnam y Camboya de mochilera con varios sombreros cónicos superpuestos en la cabeza, al final me lo traigo y lo cargo yo, no me importa, soy sufrida».

A Ana no le importa ir a la contra en tendencias decorativas: «Comprendo que aunque el mundo va hacia el minimalismo, que es muy cómodo y aséptico, y además no se acumula tanto polvo, yo no podría vivir así», relata. La profesora viguesa reconoce además su querencia por el libro como objeto de culto: «Reconozco mi gran pasión por el papel impreso. Me encanta que me regalen libros y verme rodeada de ellos, me acogen. Es de las cosas que más agradezco. Leo mucho, de todo», declara, añadiendo a las propiedades bibliográficas un atributo inédito aportado por un buen amigo suyo, que tiene la facultad de reconocer el origen editorial de los libros por su olor: «Él abre uno, acerca la nariz al papel, lo hojea y dice: Anagrama. Coge otro y dice: Tusquets. Yo no llego a tanto». Su bibliofilia es adictiva y a veces, acumulativa: «Hay libros que no he abierto porque no he tenido oportunidad, pero me gusta que estén ahí porque me arropan en mi espacio. Ya es el mundo bastante hostil como para no tener algo que te arrope de forma tan sutil. Cuando entro en una casa en la que no hay libros, me parece raro. Aunque sean maravillosas, las siento vacías», piensa.

Como «La mujer barbuda»

Ana Pereira atesora también un récord insólito para los tiempos que corren: «Cuando ingresé en el Instituto de Estudios Vigueses me sentía como La mujer barbuda, de Ribera, porque es increíble que en el año 1997 salgas a la palestra por ser la primera mujer en algo-, recuerda- Ahora, afortunadamente, ya hay más, aunque no muchas más».