La vidente canguesa da el salto a la fama

J. Santos

VIGO

Fina Coya explicó en las televisiones cómo la amenazó el hombre del hacha

04 oct 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Soy vidente. Tengo videncias naturales», afirma Fina Coya Juncal, canguesa de 64 años que el pasado miércoles fue amenazada por un señor armado con un hacha que casi le tira la puerta de su vivienda abajo.

El suceso, publicado en la prensa, llamó la atención de varias cadenas de televisión. Fina Coya explicó sus problemas con el hombre del hacha a Ana Rosa Quintana, a la TVE, a la TVG y a quien quiso preguntarle. Dio el salto a la fama, aunque ella prefiere mantenerse «escondida», dice.

Una larga historia

Lo del señor del hacha viene de años atrás. Se presentó a ella hace más de diez, calcula la vidente, para pedirle suerte en el trabajo, una de las especialidades de esta pitonisa, que no «barajera», afirma, que asegura haber profetizado lo que ocurrió en Cangas con el conflicto de la contribución.

No considera al señor en cuestión un cliente, en sentido estricto. Cuando se presentó en su piso de la avenida de Bueu, estaba, dice, arruinado, «sin un céntimo». Ella no sólo no le cobró, asegura, sino que incluso le pagó la consulta de un psiquiatra, quien le diagnosticó una fuerte depresión; le dio dos mil pesetas para que pudiese regresar en taxi a Pontevedra. «No le cobré un duro a ese cabrón», afirma, rotunda.

«Yo quería deshacerme de él. No lo quise más, pero negra cosa hice. Empezó a llamarme por teléfono, insultándome y diciendo que me iba a matar», asegura Fina Coya, que niega rotundamente que haya tenido algo que ver en su divorcio. Ni llegó a aconsejarle ni conocía a la señora, según afirma.

Fina Coya insiste en que el señor ya la amenazó con un hacha hace cinco años. Conserva una foto en la que se ve un hacha clavada en la puerta que, dice, lo demuestra. El miércoles, añade, tras cruzar su coche delante del garaje del edificio, en el callejón que baja al dique de abrigo desde la avenida de Bueu; se plantó ante el portal de la vivienda, ya no con un hacha, sino con «un machadón grandísimo», dice, con el que quería matarla a ella, a su marido y a los dos de sus tres hijos que viven en la casa familiar, asegura.

Su hijo bajó a ver que pasaba y el señor lo persiguió, amenazándolo, añade. Decidió entonces llamar a la Guardia Civil. Los agentes, que se «portaron fenomenal», dice Fina Coya, detuvieron al señor, que quedó finalmente en libertad con cargos. No lo había hecho antes, a pesar de las amenazas, porque siempre quiso discreción.

Ahora vive con miedo. «Ando con un pánico que hasta ni voy a misa», afirma esta vidente, que empezó de niña a dar sus primeros pasos en lo que más tarde se convirtió en trabajo, a raíz de llevar a su madre, enferma, a la casa de la señora Cándida, en A Guía, en Vigo, para que la curase con «pases magnéticos».

Su madre, de Aldán, también tenía poderes, como su bisabuela, que fue vidente en Cuba.