El hombre del sombrero mostró las entrañas de sus canciones

VIGO

El músico americano solo tocó un teclado ?y se situó de lado al público durante todo el recital

28 jun 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Ni de frente, ni de espaldas, Bob Dylan estuvo todo el concierto mostrando su costado izquierdo al público. Concentrado en su teclado. A lo suyo. Ignorando que casi ocho mil personas no perdían detalle de cualquier alteración en sus gestos. Pero no estuvo frío.

Fue un concierto predecible, pero no significa que haya sido un mal concierto. Todo lo contrario. Nadie puede esperar que Bob Dylan le ponga a bailar salvajemente -porque bailar, baila- y más cuando se empeña en diseccionar en público el origen de sus grandes éxitos. Como en toda autopsia, es necesario ver las miserias internas para alcanzar la verdad.

Esa es la propuesta actual de un hombre que, llegado a los 67 años de edad, se muestra totalmente irreverente con el propio mito de Bob Dylan. Y si no, quién en su sano juicio se prestaría a ser presentado en público como «el poeta laureado del rock & roll. La voz de la promesa de la contracultura de los sesenta. El chico que forzó al folk a meterse en la cama del rock. Que se atavió de maquillaje en los setenta y desapareció en el humo del abuso de sustancias. Que emergió para descubrir a Jesús».

El hombre del sombrero, en esta ocasión gris, abrió el concierto con Leopard skin till box hat . En cuanto la audiencia reconoció la melodía, se arrancó en aplausos y algunos cantaron los versos con la pasión que mueven los recuerdos. Supongo que los buenos recuerdos.

Los móviles suplieron a la ausencia de fotógrafos profesionales. Las grabaciones de vídeo se podrán ver dentro de unos días en los portales de Internet. Tampoco en Vigo el viejo Bob pudo hacer nada para evitar que quedara constancia de su imagen.

El concierto se inició con la puntualidad prevista. Apenas pasaban cinco minutos de las nueve y media cuando Dylan apareció en el escenario. En ese momento, mucha gente todavía hacía cola fuera del pabellón del Ifevi. Los atascos -kilométricos- en la autopista volvieron a repetirse, al igual que hace unas semanas cuando tocó en Vigo Lenny Kravitz.

En esa primera parte del espectáculo, la luz que se colaba por las ventanas laterales del pabellón, para conseguir que el recinto estuviera bien aireado, transmitía una sensación extraña.

Como en sus anteriores conciertos, Dylan desgranó sus canciones sin apenas interrupciones, como queriendo cumplir con una escaleta mental que sitúa la parte principal de su concierto en los dieciséis o diecisiete temas. Por supuesto, sin dirigir una palabra a la audiencia, salvo cuando, ya en los bises, tocaba el turno de presentar a los miembros de su banda. Tampoco empleó en ese momento una palabra de más. Tony Garnier (bajo), George Recile (batería), Stu Kimball (guitarra), Denny Freeman (guitarra) y Donnie Herron (violín, banjo, mandolina eléctrica, guitarra pedal steel y lap steel ) son los compañeros de viaje permanentes de Dylan, una banda rigurosa que, en ningún momento, se permite una nota más allá de lo establecido previamente por el patrón.

El sonido de la banda fue perfecto. Era como una orquesta dirigida con la vista por el director desde sus teclados. Dylan bailaba -o algo así-, un pasito para aquí y otro para allá y se le veía feliz o al menos satisfecho por como iba transcurriendo el concierto. Lady lay sonó más áspera que nunca. Las palabras salían de una garganta rocosa como la arista desgastada de una montaña. Durante la primera hora del concierto mantuvo la atención propia del rock and roll y del rithm&blues , con un momento especialmente intenso al interpretar Blues in earth . Perfecta. En la séptima canción, ya con las sombras del atardecer cayendo sobre Vigo, aparecieron unas proyecciones sobre el fondo del escenario, juegos de luces que creaban imágenes imaginarias. Hubo tiempo también para recordar y presentar canciones de su último disco, Modern times , como Spirit on the water o la genial The Levee's gonna break. Y así hasta completar las dos horas de concierto, un concierto equilibrado. La gente, de un espectro generacional muy amplio, lo disfrutó.