Julio Iglesias Presley y David Civera, fans de El Mosquito

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

04 jun 2008 . Actualizado a las 11:35 h.

Si hemos de creer a Lenny Kravitz y a Julio Iglesias Presley (que por qué no vamos a hacerlo) lo preparan en El Mosquito. No coincidieron en el restaurante, pero casi, casi. Ambos se decantaron por la cocina gallega más tradicional, la de producto, producto y producto, esa que bordan en casa de Carmiña Valverde.

El caso es que Lenny no quería marcharse de Vigo sin probar su famoso marisco de la ría y, por su parte, Julito hijo, que no es la primera vez que lo cata, quería repetir. Bien asesorados se encaminaron, cada uno por su cuenta como digo, a la plaza de A Pedra.

Carmiña suele decir que en su casa no hay trampa ni cartón, que no tienen una carta muy larga porque les gusta cocinar las cosas que dominan. Podría parecer que Julio Iglesias Presley, con el tipo que gasta, sería poco comedor. Pues no. Después de tomar cigalas, percebes, pulpo (el mejor del mundo, según dijo) y croquetas de marisco, preguntó si le podrían hacer una milanesa con patatas recién fritas. Y claro que se las hicieron. Y no paró de alabar el plato. Su tío Carlos Iglesias, que era una de las personas con las que compartía mesa se decantó por la merluza.

Con todo, el que se ha revelado como fan entre todos los fans de El Mosquito es David Civera, que también estuvo el pasado fin de semana. Comió el viernes y tanto le gustó que volvió a la hora de la cena. Desplegó su encanto entre el personal del restaurante y les pidió fotografiarse con ellos. Por supuesto, accedieron. Prometió enviarles las instantáneas. Pensaron que sería una de esas promesas que se hacen pero que difícilmente se cumplen. Pues no. Ya llegó la foto en cuestión. Desde Teruel para más señas.

Igual que Julito, David también come lo suyo: cigalas a la plancha, percebes, pulpo... y, a la hora del postre, cañitas y filloas, la especialidad de la casa. Prometió volver cada vez que venga a Galicia. Pues como es un chico de palabra, volverá. Concello y Universidad siguen estrechando lazos. En este caso futboleros. Haciendo bueno aquello de que el roce hace el cariño, los curritos de los respectivos departamentos de Deportes demostraron ayer cariño por arrobas. Salvo la hora y media que pasaron vestidos de corto. El caso es que después de semanas y semanas batiéndose el cobre en los despachos en pos de un hueco en el listado de sedes de Universiada, decidieron que el fiasco del sábado no les iba a bajar la moral y que se iban a marcar el partido de fútbol previsto para relajar las neuronas. Y eso hicieron.

Según cuenta un testigo presencial, faltos de técnica pero sobrados de espíritu deportivo, se entregaron al gratificante (y agotador) encuentro, entre otros, el concejal Xabier Alonso que, claro, lideraba el equipo municipal; Rubén Peña, Rosendo Covelo... y Toni que, como ex jugador del Celta, puso la nota profesional. Enfrente tenían a Javier Rial, Miguel Ángel Nomela... El que al final se rajó (le surgió una obligación imprevista) fue Santiago Domínguez. Como su cometido era vital (dirigir a los contrincantes a golpe de silbato), no quedó más remedio que recurrir a un árbitro de urgencia.

Dicen que lo de menos era el resultado (4-3 a favor de los chicos del Concello), aunque la sonrisa de los ganadores los delataba. Después de sudar la camiseta a base de bien y hasta de pedir papas en algún caso (los kilos de más no perdonan), remataron la confraternización en el comedor de la Escuela de Minas, donde dieron buena cuenta del menú del día.

La bodega rosaleira los recibió con los brazos abiertos. Llegaron en misión inversa organizada pro el Instituto de comercio Exterior de España. Es la primera vez que visitan Galicia pero seguro que no será la última. Han Sjakes, John, Marjan, Sjoerd, Sopnja, Sanne y Erik, que así se llaman los colegas de profesión, vienen a conocer el proceso de producción de las distintas marcas que comercializa la firma de Carlos Gómez. Precisamente fue éste, junto con Cristina Mantilla, la enóloga, los encargados de ponerles al cabo de la calle.

Curiosamente, ayer me contaba también un amigo la alegría que se llevó hace unos días cuando descubrió en la carta de un restaurante panameño, el Rinos, sendos vinos de la Denominación Rías Baixas. Casualmente uno de esos vinos era Valmiñor; el otro, Pedro de Soutomaior. Como ya llevaba un par de semanas por aquellos pagos y ya había saciado la curiosidad con productos autóctonos varios, decidió saciar la morriña con sendas botellas de cada uno. «Éramos cinco en la mesa», apostilla. Por si el alcoholímetro....