Vecinos de Crecente sobreviven con cuatro horas de agua potable al día

VIGO

En la parroquia de Ribeira se compran botellas para cocinar y beber y se acumulan calderos para lavar

16 abr 2008 . Actualizado a las 11:45 h.

Si hoy le toca hacer la comida no se queje. Tiene agua. Para 180 familias de Crecente, el simple hecho de cocinar se ha convertido en un lujo. Limpiar la verdura antes de prepararla o cocerla es una tarea de equilibrio con las botellas compradas en el súper, ya que de sus grifos solo sale agua potable cuatro horas al día. Un pequeño milagro que tiene los días contados porque el pozo del que se abastecen se está secando.

La vida no fue siempre así, pendiente de los riegos y los calderos. Durante 20 años el abastecimiento estaba garantizado por el cauce del Ribadil pero ahora la sospecha de su contaminación ha hecho que la comunidad tenga que restringir el servicio. Mientras esperan a los análisis de la Confederación Hidrográfica, aseguran que las firmas del polígono de A Cañiza siguen «haciendo vertidos por los supuestos aliviaderos pluviales, ya que sale agua sucia aunque lleva dos días sin llover», aseguran algunos afectados.

Algunos sospechan que llevan años tomando agua en mal estado. «El pediatra le ha dicho a mi hija que tiene una bacteria que puede venir por beber esto, estoy esperando los resultados», comenta una de las vecinas. Mientras ella habla, Marta Álvarez asegura que también ha tenido dolores de estómago.

En su casa hay siempre una tina de agua en el patio para usarla en el baño, en caso de que falte el servicio. «Tenemos un pozo particular, como algunas casas de la zona, pero no está analizado así que no sabemos si es potable. Además, tiene muy poquita agua», comenta esta vecina mientras enseña la cantidad de botellas de plástico que se acumulan en su casa.

«Pregunta en el supermercado por nosotros, compramos por cajas», apunta riendo otra de las vecinas afectadas.

Si para todos es complicado, en algunos casos hay dificultades añadidas. Luchi Omai, de 65 años, asegura que después de las dos operaciones sufridas en el último año le cuesta subir los trece escalones que separan el grifo de agua no potable de su vivienda. Recorrerlos cargada con un caldero lleno es una complicación añadida que ha tenido que repetir en más de una ocasión para poder lavarse.

«Fuimos la primera parroquia en tener agua de la traída de forma conjunta y ahora volvemos hacia atrás en el pasado. A vivir como lo hacían las abuelas, fregando con tinas y duchándonos calentando tarteras de agua», apuntan los vecinos delante de sus casas.

Mientras algunos se lamentan de su suerte, otros afilan más sus críticas y no dudan en exigir a los Concellos de A Cañiza y Crecente una respuesta. «A uno por permitir que su parque vierta todas las porquerías que nos han dejado así y al nuestro porque no se preocupa de lo que le ocurre a sus vecinos», afirma con enfado un vecino.