Titulados superiores en «Júbilo»

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

22 ene 2008 . Actualizado a las 03:53 h.

La recibieron (muy merecidamente) todos los asistentes a una cena bien especial de la que ya hablé en esta sección el viernes. En realidad, la cena no fue más que una disculpa para volver a reunirse cinco décadas después de haberse dicho hasta pronto aquel verano que acabaron sus estudios obligatorios en la escuela de Areas (Tui).

Los armadanzas del encuentro, José Nogueira y Clara Torres, pensaron en todo, aunque lo que no imaginaron fue que la iniciativa tendría tanto éxito. Hasta el punto de que no sólo les dieron las mil de la madrugada, sino que los asistentes ya se conjuraron para repetir el próximo año, el siguiente, el de más allá y hasta que el cuerpo aguante. Y eso que algunos llegaron desde bien lejos (Londres, Santiago, Madrid...)

Al buen ambiente de la velada contribuyó, además de la petición expresa de los organizadores de dejar aparcadas fuera todas las tristezas, la buena disposición del personal del restaurante Cruceiro do Monte que, además de preparar sabrosas viandas, no miraron ni una sola vez el reloj. Con tal motivo, hubo tiempo para todo.

Entre otras cosas, para leer unas coplillas de ciego preparadas expresamente para la ocasión en las que, entre rima y rima, se hacía referencia al veterano alumnado: Pepe do Gómez y los tres famosos Pedros, Copena, Romero y Cerviño; Maruxiña da Fonte, Pepe do Constante, Maruja do Matías, Panchiña, Barreiro, Gómez, Xuliño, Celia, Manolo da Palmira, Paquiño, Amoedo e Manoliño, Saladina, Lola do Vitorino, Santa Comba, Chutisca, Tila a da Nogueira, Sofía, Lola do Raimundo, Loliña de Angelita, Charito e a do Souto. Os Pardos e os Pardiños, Serafín... Y, por supuesto, José Nogueira y Clarita.

También tuvieron un recuerdo para sus maestros, Flora Cortegoso y José Torres, de las niñas ella, de los niños él. En los años cincuenta sólo podían estar juntos en el recreo y no siempre (los niños y las niñas, digo).

Para terminar (es un decir porque la cosa no hizo más que empezar), todos y cada uno de los asistentes, recibieron de la «Real e Verdadeira Escola da Vida» el título superior de Xubiloso «por ter superado con máis ou menos sorte tódolos traballos, penalidades e atrancos que o camiño ata aquí lle foi dando».

El título en cuestión capacita al interesado para trabajar lo menos posible (sólo por gusto), sufrir lo imprescindible y ponerle al mal tiempo buena cara. También conlleva obligaciones, la principal disfrutar al máximo de las pequeñas cosas de cada día. Firman sus «Serenísimas Maxestades O Paso do Tempo maila Experiencia».

Con harto dolor de corazón y no antes de dar buena cuenta del mayor repertorio de historias jamás contado, y de cantar lo que no está en los escritos al son de las gaitas de la Casa Cultural de Areas, dieron por clausurada esta primera cita. El año que viene, más.

Un año más, y van tres, las conservas de pescados y mariscos estarán en presentes en Madrid Fusión, ese escaparate gastronómico al que se asoma medio mundo. Los responsables de Anfaco llegarán a Madrid mañana cargaditos de latas, cuyo contenido manipularán hasta convertir en platillos de pasarela, entre otros, Juan Pablo Felipe (El Chaflán), Andrés Madrigal (Alboroque), Darío Barrio (Dassa Bassa) y Marcelo Tejedor (Casa Marcelo). También irán cargados los hombres de Anfaco de carnés del Club de Amigos de las Conservas que, además de a los ya citados chefs, entregarán a Ferrán Adriá. Mira por donde ya tenemos algo en común. Además de gustarnos la tortilla de patatas, claro. Anfaco, apartado museístico. La Xunta, después de llegar a la conclusión de que los conserveros tienen un museo «visitable», acordó integrarlo en la red gallega de museos. Imagino el sabor agridulce que habrá tenido tal decisión para Álvaro Pérez Lafuente y para Juan Vieites. La parte buena es que se reconoce que la asociación de la que son caras visibles tiene una colección de lujo de objetos y documentos sobre la evolución de uno de los sectores punteros de la economía gallega.

La regular (por no decir mala) es que a buenas horas mangas verdes. Y es que están a punto de cumplirse cuatro años desde que Anfaco reunió en una exposición en el Muso del Mar algunas de las piezas impagables que resumen cien años de historia del sector, incluida una película de principios del XX que se daba por perdida. Nunca es tarde.