Y debe mantenerse como divisa común a todos los pueblos, a pesar de las convulsiones políticas y los conflictos internacionales. Es éste uno de los párrafos que figura en la carta fundacional del Pen Club Internacional, palabras que parece que hubieran sido escritas pensando en Francisco Fernández del Riego e Isaac Díaz Pardo, destinatarios de los premios Voces de liberdade que concede el Pen de Galicia.
Ambos recibieron el honorífico galardón rodeados de amigos, en el transcurso de un xantar literario que congregó en Los Escudos a un puñado de políticos pero, sobre todo, a escritores, académicos, editores, libreros... En definitiva, amigos. Allí estaban Luis González Tosar, Manuel González, Avelino Pousa Antelo, Xulián Moure, Carmen Kruckenberg, Antón Vidal, Víctor Freixanes, Alfredo Conde, César y Mercedes Cunqueiro, Manuel Bragado, Nemesio Barxa, Maribel Collazo, Xaime Corral, Antón Pulido, Cristina Berg, Xesús Alonso Montero, Luis García Mañá, Xosé Ramón Pena, María Xosé Queizán... y, claro, Marilar Alexandre y Camino Noia, ambas encargadas de glosar la vida y la obra de los premiados.
Todos. Pero los que valoró especialmente el jurado fueron la constante defensa de la libertad de expresión «mesmo nos tempos da barbarie, medo e silencio», y la práctica ininterrumpida del derecho de opinión que ha sido una constante tanto en la vida de Del Riego como de Díaz Pardo.
«Nunca escolliches o fácil», empezó por decirle a éste último Marilar Alexandre, que eligió como título de su intervención O laboratorio da memoria. La elección no fue gratuita ya que, según explicó, es precisamente la memoria una de las mejores construcciones que ha levantado a lo largo de sus espléndidos 86 años. Que no han sido pocas. «Recuperar a memoria e recuperar as persoas, eis a túa empresa», le dijo, para rematar con una frase bien aplaudida, más que nada por lo que de triste actualidad tiene para el premiado: «E hoxe, unha vez máis, cando o Laboratorio e todo o que significa é ameazado debemos, como ti nos ensinaches co teu exemplo, resistir».
Por su parte, Camino Noia definió a Don Paco, «amigo e mestre», como una de las raíces «máis auténticas da galeguidade. Entroncada no fértil terreo da Xeración Nós, xermolou en frondosa árbore coas polas estendidas cara a tódolos ámbitos». Agradeció expresamente la glosadora que, desde su silla en el viejo edificio de la Fundación Penzol haya conservado el patrimonio allí depositado y siga transmitiendo los ideales de los intelectuales galeguistas. Lecciones de humor. Las ofrecieron los protagonistas en sus intervenciones. Así Díaz Pardo le reconoció a Marisol López, presente en la sala, el trabajo que realiza: «Está tratando que o galego morra dignamente, pero a queremos moito».
Por su parte Don Paco, que anunció que sólo emplearía dos palabras porque el resto «as teño xa gastadas», relató la anécdota del día. Cuando contaba que conoce toda la historia contemporánea de primara mano, que ha vivido la monarquía liberal, la dictadura de Primo, la dictablanda de Berenguer, la República, «logo sufrí ó franquismo», y la democracia, aprovechó para relatar una historia infantil sin desperdicio. Tenía apenas 10 años cuando leyó en un periódico que Primo de Rivera accedía a la jefatura del Estado. «Fun correndo á cociña a transmitirlle a miña nai a ledicia que me producía que Vilanova, o primo do meu amigo Rivera chegase a tal cargo».
El punto y casi final lo pusieron Ánxela Bugallo y Abel Caballero. Lo del casi es porque, justo antes del postre ocuparon el estrado, entre otros, Víctor Freixanes, Carmen Kruckenber y Cristina Berg, para recordar algunos buenos momentos vividos al lado de los protagonistas que, tras de cinco horas de acto, tuvieron que acabar agotados. Pero felices.