Jaime Solá invirtió una fortuna en sus empresas de prensa

La Voz

VIGO

Memoria de Vigo El fundador de la revista Vida Gallega fue enemigo declarado de los nacionalistas

31 may 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Jaime Solá (1874-1940), vigués que en su apellido denotaba la ascendencia catalana, era un hombre de fortuna. Su padre fue administrador y propietario de un paquete de acciones del balneario de A Toxa. Volcado desde muy joven en el periodismo, estuvo vinculado primero a la prensa local, incluso a través de revistas juveniles de su creación, luego al diario vigués El Independiente, nacido en 1885 con muy buena factura, para pasar seguidamente unos cuantos años en Madrid, una temporada en la redacción de El Globo, a las órdenes de Francos Rodríguez, ministro en la Restauración. En 1902, asentado nueva y definitivamente en Vigo, Solá Mestre adquirió el periódico para el que había trabajado aquí una temporada y sacó a la calle, al principiar 1903, el diario El Noticiero de Vigo, de su exclusiva propiedad. Aventura que duró hasta 1911, momento en que vendió a un grupo católico la mitad de la publicación, que desaparecería cuatro años más tarde. Todo el dinero que consiguió por su participación del 50 por ciento en el diario, lo destinó Jaime Solá a hacer un largo viaje a América, entre 1911 y 1912, que tenía por objeto promocionar la revista Vida Gallega, de su propiedad. Aquella publicación fue la gran aventura de su vida. Hizo un primer ensayo, que murió en el cuarto número, para a partir de 1909 poner en la calle una nueva Vida Gallega que aguantó ininterrumpidamente hasta 1938. En aquellas páginas había abundante material gráfico, especialmente del propio Solá, buen profesional con la cámara, y de José Gil, su primer director artístico. Gil fue el introductor del cine en Galicia y está considerado uno de los grandes de la imagen gallega. Las portadas contaron con firmas de prestigio como Castelao, Maside, Álvaro Cebreiro y otros artistas menos conocidos. Se publicaron textos de Ramón Otero Pedrayo, Ramón Cabanillas o Vicente Risco, bien es cierto que al lado de muchas firmas de escaso valor. Un experto en la historia de prensa aseguró que en 1930 Vida Gallega vendía 70.000 ejemplares. Exageración quizá, pero lo cierto es que la publicación era tan conocida en Hispanoamérica como en Galicia. En aquellas aventuras periodísticas, Jaime Solá invirtió buena parte de su fortuna, de la que debió perder no poco. En paralelo, en muy pocos años, a partir de 1917, escribió varias novelas regionalistas, la más popular «Anduriña», con tres ediciones. Tuvo serios problemas con los nacionalistas gallegos, hasta ser su bestia negra. No se paraba en barras y llegó a decir de alguno de ellos, hombre de gran prestigio, que era «juicioso a pesar de ser nacionalista» y de una figura clave de las Irmandades da Fala aseguró que «con otra moral, con otro corazón, otra honorabilidad, otra buena fe y otra decencia al frente» aquella institución defensora de nuestra lengua autóctona «habría podido ser alegría redentora de Galicia». No dejaron de dedicarle fuertes epítetos desde el nacionalismo. No obstante esto, hizo una gran revista gallega.