Las Víctimas de la Piedra, una Orden con 14 años de vida

La Voz

VIGO

Memoria de Vigo Ernesto Canoa era el picapedrero mayor de la popular institución viguesa

06 may 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

En junio se cumplirán veinticinco años de la muerte en accidente del doctor Ernesto Canoa Galiana. A su fallecimiento desapareció también la popular Orden de Víctimas de la Piedra, de la que era el inspirador y centro de todos los afectos. Hubo, sí, un homenaje póstumo, en el que el núcleo fundacional y algunos más nos reunimos para hablar de quien se había ganado el apelativo cariñoso de «El Profe». Canoa era todo afabilidad, hombre cultísimo, con mil aficiones de las que lo sabía todo, desde el cultivo de las rosas o la numismática a la filatelia, pasando por los buenos vinos o la pintura. Conocía media docena de idiomas, entre ellos dominaba el nada fácil alemán, y tenía todos los títulos profesionales imaginables. En la licenciatura de Medicina había conseguido 16 sobresalientes, 4 de ellos con matrícula de honor, 13 notables y 9 aprobados. Además de su especialidad básica, la Urología, en la que tenía prestigio en diversos países, contaba con varios títulos más, entre ellos Médico de Empresa o de Marina Civil, hasta el diploma de Iniciación a la Medicina Deportiva. Su generosidad estuvo en el origen de aquella Orden de Víctimas de la Piedra. Allá por 1967, Segundo Mariño, periodista que se nos fue joven, que ejerció como delegado de La Voz de Galicia en Vigo, padeció unos cólicos nefríticos, que algunos especialistas no consiguieron curarle, ni aliviarle siquiera. Acudió al doctor Canoa, por consejo de Víctor de las Heras, ducho en aquello de albergar piedras en la vejiga o el riñón, y el médico actuó como solía. Él jamás cobraba la consulta a los pobres o los amigos. Mariño decidió hacerle un obsequio, pero alguien tuvo la feliz idea de que en lugar de entregárselo en su clínica de la calle de Urzáiz, se organizara una comida de unas cuantas personas que sentíamos gran afecto por el galeno. Dicho y hecho. La comida fundacional, en septiembre de 1967, se celebró en el restaurante del Hotel Junquera, del entonces concejal Juan Manuel Novo Melón. De los 12 o 15 fundadores solamente dos no habíamos padecido la piedra, lo que motivó al letrado Juan Manuel Arbones Ande un hermoso discurso exculpatorio por ello. Aquellas reuniones minúsculas, que no tenían vocación de ser otra cosa, se convirtieron en cenas de 60 o 70 personas. Y cuando llegaba la anual Navidad del Amigo se alcanzaron en varias ocasiones los 300 comensales y en algún momento nos acercamos a 500. La Orden tuvo su himno, aquello de «Ti eres ti, eu son eu, xa sabes que temo-la pedra, que imos facerlle beber e beber». También contaba con sus collares y otros emblemas. El difunto Mariño, como secretario mayor de la Orden, después de inventarse unas actas desternillantes, daba paso a algunos intervinientes, mayoritariamente periodistas, y las críticas eran agrias hasta límites insospechados para la época. Y en ocasiones delante de los criticados. No faltaban los villancicos de Pablos y Vázquez Gil.