La gran afluencia ciudadana a los cementerios causa atascos

VIGO

M. MORALEJO

La doble fila dificultó la circulación junto al recinto fúnebre de Pereiró Cruz Roja realizó un despliegue en la puerta del principal camposanto

01 nov 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

El intenso tráfico propio de la jornada de difuntos se hizo más intenso por miedo a que el temporal volviese a destrozar paraguas y que el agua empapase a los que se arriesgaban a caminar. Miles de coches circulando alrededor de los cementerio, buscando el aparcamiento más próximo a la cancela, y, a la vez, la doble fila no podían tener otra consecuencia que ligeras retenciones en los principales accesos a los camposantos. La rotonda de la avenida de Castrelos con Alcalde Portanet tenía tanto tráfico como la hora punta de salida de Citroën. Bocinazos y conductores nerviosos tratando de infiltrarse en la fila india camino del camposanto. En el tramo de Castrelos próximo a Pereiró, furgonetas de carga ocupaban un carril mientras descargaban mercancía. Los taxis no cabían en la parada y también aparcaban en doble fila. Ante este ejemplo, el camionero de Flores Santa Tecla, de O Rosal, también optaba por estacionar mal. Así que el infierno del tráfico se daba la mano con los que están más cerca del Cielo . San Odilón es el culpable. En el año 998, este abad del Monasterio de Cluny instauró en la orden benedictina la festividad de los Fieles Difuntos el 2 de noviembre. En el siglo XIV se extendió a toda la Cristiandad. Pero el Día de los Difuntos está precedido por Todos los Santos, que se celebró ayer y que es fiesta a efectos litúrgicos y laborales. Así que los difuntos se celebran en las vísperas porque hay tiempo para ir al camposanto y por eso todo el fin de semana se ha producido el trasiego de flores, velas, castañas y rosquillas. Corto pero duradero José Manuel Orgeiro, emigrante retornado desde Venezuela, sostiene, delante de su puesto de velas, que este año hay menos movimiento que otros. Sus padres tienen una ferretería cerca del camposanto de Pereiró y en una jornada como la de ayer pueden vender unos 70 cirios. A diferencia de las velas decorativas, que se venden en establecimientos para decorar y que se consumen en apenas lo que dura una cena, los cirios de difuntos son cortos pero duraderos. La llama está viva durante una semana. Existen modelos muy diferentes desde las velas que van metidas en jarrones y que cuestan seis euros a las normales que valen euro y medio. Incluso las hay de 50 céntimos y decoradas con la efigie del padre Pío, un religioso italiano al que muchos vigueses profesan devoción por su fama de milagrero. Devoción, cariño y respeto por su abuela es lo que mostró ayer el joven de 24 años José Campo Pazos, trabajador de la construcción que se desplazó desde Cabral hasta el cementerio de San Miguel de Bouzas conduciendo su moto para ir a rezar. Era la mejor manera de sortear el atasco. A mal tiempo buena cara. Ángel Prado, ex trabajador de GEA, salía ayer del camposanto de Pereiró de visitar a sus familiares. Mantiene el buen talante a pesar de que todavía le deben unos 75.000 euros por la muerte de la empresa.