-¿Cuál fue el planteamiento contra el Milan?
-Disfrutar del partido y dar una satisfacción a nuestra afición ganando. Poco hablamos en las charlas de clasificarnos. No teníamos esa idea. Contra el Oporto fue diferente. Veníamos con un 0-0 y teníamos posibilidades. Pero quedamos ahí jugando un partido con cautela, con precaución de no recibir gol, porque el 1-1 los clasificaba a ellos. Así jugamos más pendientes de no encajar que de atacar.
«Pronto aprendí lo que era un derbi y los disfruté»
Si hay dos partidos que Djalminha marcaba en el calendario eran aquellos en los que el rival era el Celta. Los derbis fueron, desde muy pronto, encuentros en los que disfrutaba al máximo. Esa tensión previa. Ese graderío lleno. Esa rivalidad...
-Sin ser coruñés, siempre se le vio muy metido en los derbis. ¿Por qué esa pasión?
-Ya había jugado muchos derbis en Brasil y sabía lo que significaban. Pero aquí fue diferente. Pronto aprendí lo que era y lo disfruté. Recuerdo antes del primer derbi que yo jugué que el equipo no iba muy bien y la afición vino contra nosotros. Estábamos jugando mal y nos venía encima diciendo que en el derbi no podíamos perdonar y esas cosas. A mí me había molestado especialmente porque pensaba que había que ganar todos los partidos, no solo el derbi... Pero cuando vi el ambiente que se generaba y eso pues comprendí lo que significaba y por qué esa exigencia de la afición. Así que pronto me contagié de su entusiasmo. Coincidió que se creó una rivalidad, además, con los rusos que le daba un aliciente mayor.
-Y tanto que se creó rivalidad. Desde la colleja a un ¡Viva Chechenia!
-Eran partidos totalmente diferentes. El de la colleja fue un encuentro muy importante para nosotros. Y, sobre todo, para nuestra afición. El Celta iba clasificado en el segundo puesto, fue el año que ganamos la Liga. Tenían un equipazo. Siempre lo dije. Me parecía sorprendente que no ganaran nada con todo lo que tenían. Estaba siendo un encuentro complicado. El Celta se estaba mostrando mejor en el campo y yo pensaba que tenía que hacer algo. En un lance del partido consigo ganarle a Makelele un balón de cabeza y Turu Flores marca. Entonces es cuando me digo: «Ahora es el momento de liar el partido». Y empecé a montarla. Son cosas que se hacen para calentar el duelo. Se enfadaron mucho y conseguimos que perdieran un poco de concentración.
-Fue el año de la Liga. ¿Con qué se queda, con ese título o con la Copa del Centenariazo?
-Ganar la Liga es algo mucho más complicado, porque tienes que jugar 38 partidos y superar en esa regularidad a equipos como Barça o Madrid. La Copa también tiene su encanto. Y la que ganamos en el Bernabéu es algo que quedará para la historia, pero me quedo con la Liga.
-¿Flavio sigue esperando que acepte la invitación?
-(Se ríe). No lo hizo por mal. Nos vimos antes de empezar el partido y nos dijo que nos invitaba a la fiesta que iban a tener tras la cena. «Vamos a tener una fiesta, si quieres venir...», me dijo. Nosotros le respondimos que recordara que había que jugar el partido primero.
-¿Y él fue a la fiesta del Dépor?
-No. Quedaron muy tocados. Hay que darse cuenta de que por la cabeza de los jugadores, aficionados y directivos del Real Madrid no había pasado en ningún momento perder. Si nosotros llegamos a caer aquel día, pues habríamos estado fastidiados, pero no hubiera sido tan sorprendente. Para ellos, sí. Fue bastante duro.
«El gol al Celta me quedó grabado»
Igual que con Bebeto puede haber discusiones, pocos son los que se atreven a hablar de un gol de Djalminha y no referirse inmediatamente al que le metió al Celta en la temporada 2000-2001. Ni él lo hace.
«Es una respuesta muy sencilla. El gol contra el Celta es el mejor que marqué con el Deportivo. Lo tiene todo y no solo la belleza. Era contra nuestro eterno rival y sirvió para ganar un partido muy importante. Valió tres puntos y puso a la gente muy contenta. Mi fútbol siempre fue encaminado a que la gente fuera feliz. Si la afición estaba contenta, yo disfrutaba más todavía en el campo», recuerda el ahora televisivo Djalminha.
Aquel gol no pasó inadvertido para el mundo futbolístico -«muchas veces me lo han recordado fuera de A Coruña», recuerda- y mucho menos para el club. Djalma recuerda que tras aquel partido le llegó una importante propuesta de ampliación de contrato.
«Yo no sé si ya lo tenían pensado o no, pero lo cierto es que al día siguiente al partido, me llamó el presidente y me dijo que quería ampliarme el contrato. Aún me quedaba tiempo, pero él me hizo una oferta muy buena. Si ya lo tenía pensado de antes o no, no lo sé, pero la verdad es que fue después del gol cuando me lo dijo», recuerda con una carcajada el astro brasileño que tantas tardes de gloria ofreció en Riazor.
«Mauro y Fran se merecen un lugar especial»
Durante la etapa de Djalminha en el Deportivo, por Riazor pasaron futbolistas de la talla de Valerón, Makaay, Diego Tristán, Naybet... Pero para él, hay dos nombres que brillan con luz propia. Se trata de Fran y de Mauro Silva, dos jugadores que «por su importancia se merecen un lugar especial». Pero, aunque no jugó con él, a Djalma también le viene otro nombre a la cabeza. Es el de su compatriota Bebeto.
«Era un jugador fenomenal. Lo tenía todo. Pero dado el tiempo que estuvieron en el Dépor y la importancia que tuvieron en momentos clave, creo que Mauro y Fran se merecen un lugar especial», insiste el brasileño.
Con Fran fue, quizá, con el futbolista que más congenió en A Coruña. «Lo era todo. Nos entendíamos muy bien dentro del campo. Intentábamos repartirnos toda la parte de creación del equipo. Nos ayudábamos y nos entendíamos muy bien. Siempre buscando lo mejor para el equipo», explica.