El largo peregrinaje en el exilio
Aquella maldita lesión en el codo le impidió jugar en el Ceuta y debutar con la selección sub-20 de Escocia, pasando casi un año en blanco. Universidad de Oviedo, Vecindario y Ciudad de Santiago serían sus siguientes destinos, aunque en cada una de esas estancias su estrella iba menguando poco a poco. Se desvinculó del Deportivo, pero sería en el corazón del Bierzo donde volvería a reencontrarse con el dulce sabor del éxito, el triunfo y de la simple posibilidad de disfrutar del fútbol. En la Ponferradina estaría dos temporadas, siendo titular indiscutible y logrando un histórico ascenso a segunda división con el conjunto berciano, con él como gran protagonista al detener el penalti decisivo que certificaba el ascenso.
Tras marcharse al Sabadell, en el 2012 el Deportivo buscaba un segundo portero para competir con Aranzubía, Mackay llegó a ofrecerse al club, pero como comentaba él en su momento: «Intenté volver, pero querían a gente con más nombre que yo. Aunque siempre tienes la ilusión de volver a casa y defender la portería de tu equipo hay que ser realista y está muy difícil», explicaba entonces.
La vuelta a casa
Tras una temporada en el Atlético Baleares, Ian Mackay decidió entonces que ya era el momento de volver y asentarse en casa. Tras firmar por el Boiro de tercera división en enero de 2014 y realizar una magnífica segunda vuelta, el Racing de Ferrol llamó a su puerta para reclutarle en búsqueda de su ascenso a segunda. En A Malata jugó 43 partidos, se ha convertido en indiscutible y esta próxima temporada cumplirá su segundo año en el conjunto ferrolano.
A sus 28 años y en plena madurez deportiva, Mackay disfruta del fútbol cerca de su casa. Hace nueve años en un Teresa Herrera su figura emergía disparando las expectativas de la grada y miembros del club deportivista, hasta que las malas decisiones, la mala suerte y las lesiones le alejaron del equipo de su vida. Sin embargo, su tenacidad, su talento y su incansable capacidad de trabajo le han permitido vivir y disfrutar de su gran pasión.
Como deportivista y canterano, su historia debe ser el reflejo de muchos de los valores en los que deben inspirarse y reflejarse los jóvenes que sueñan en Abegondo con ser jugadores del Dépor. Aunque no siempre se llegue a lo más alto, la constancia y la persistencia en el trabajo, como en otros ámbitos de la vida, te suele llevar a colmar tus aspiraciones y sentirte feliz y orgulloso con uno mismo.
Porque aunque Mackay no tuvo esa suerte necesaria para llegar a lo más alto, pudo haberla tenido. De hecho, el lugar en el que siempre soñó estar lo ocupa ahora un tal Fabricio Agosto, aquel juvenil que en el año 2006 compartía sueños y confidencias con él en Isla Canela, imaginándose ser el guardián de la portería de Riazor. Entonces competían por un puesto, el fútbol los alejó a ambos de A Coruña durante muchos años y los ha vuelto a traer de vuelta. Pero al menos, los dos jóvenes pudieron cumplir el gran sueño que perseguían. Aunque en el caso de Mackay fuese de una forma efímera, de un partido, de una parada a Pirlo, de una ovación de Riazor. Aunque solo fuese un maravilloso sueño en una noche de verano.