La suma de David Mella y Yeremay da otros cuatro goles a un conjunto blanquiazul que necesita de su pareja para anotar
30 sep 2024 . Actualizado a las 10:52 h.Berto Cayarga se marchó de A Coruña con cuatrocientos minutos en la mochila y una promesa por cumplir. Hacia el final de la pasada campaña, cuando el Dépor había alcanzado ya velocidad de crucero, al asturiano le pareció ver algo taciturno a Yeremay. Jugaba el equipo en Cornellá y el canario explicó a su compañero que el desánimo procedía de uno de sus habituales despistes: tras el aterrizaje en Barcelona, se había equivocado al comprar un perfume, confundiendo los distintos modelos del Erba Pura de Xerjoff. A unos cuantos euros la botellita (dependiendo de la versión), Cayarga propuso un reto al portador del 10: le dio tres jornadas para anotar; de conseguirlo él se haría cargo de subsanar el error y regalarle el frasco correcto. Yeremay tardó dos partidos en ver puerta en Teruel. Cuarto tanto de la campaña. Pocas semanas más tarde, con el ascenso consumado, detuvo la cuenta y se operó la nariz.
No perdió el olfato en la intervención.
Abrió la pretemporada enmascarado y arrancó el curso con gol. Hizo la única diana frente al Racing de Ferrol y, entre las cinco del Carlos Belmonte, añadió dos. A las siete jornadas de su estreno entre los grandes, es el máximo anotador blanquiazul. En la banda contraria tiene un amigo que no se queda muy atrás.
Otro par de los encajados por el Albacete los llevó a la red David Mella, cuyo recital incluyó también una asistencia a Cristian Herrera, llamando la atención de los encargados de retransmitir el partido, que lo eligieron para la entrevista del final. «Es mi primer gol en el fútbol profesional, con 19 añitos», presumió feliz.
Enseguida preguntaron por su renovación y él respondió con otra finta en velocidad. Ni un 2-5 brinda noches tranquilas al hincha coruñés. Urge atar al zurdo de este dúo partícipe en todos los tantos del curso, poniendo picante a la receta de Imanol. Una fórmula favorecida cuando el adversario cede espacio para correr. Alberto González rechazó acantonar a los suyos y acabó pagándolo Juan Antonio Ros.
El ex del Lugo no conecta con la afición manchega y la buena fe del míster, manteniéndolo sobre el césped mientras reformaba el resto de la zaga, no rebajó la pitada cruel. Yeremay lo había retratado con ese balón dividido tras el cabezazo de Barbero, que el canario aprovechó para hacerle el lío a su marcador. Otro duelo individual ganado —diez de once a lo largo del partido; nadie se metió en tantos ni con tanta efectividad— antes de transformar el mano a mano en el 1-3. Tras el segundo, el de la remontada, se había ido a la esquina a llamar. Telefonazo celebratorio para la que se adelantó con el regalo y licenció a Cayarga con una promesa por cumplir.