La casa que levantó el fútbol de Juan Gauto

TORRE DE MARATHÓN

Juan Gauto, jugando con un equipo de las categorías inferiores de Huracán.
Juan Gauto, jugando con un equipo de las categorías inferiores de Huracán.

El nuevo jugador del Dépor tuvo una infancia difícil y un complejo salto a Huracán, desgranados por su mentor y por su madre, a quien ha regalado la vivienda que prometió de niño

04 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«Aún vivo de alquiler. A la casa le están poniendo la cerámica y los baños. Me dicen que en noviembre estará lista». Pronto tendrán en Perito Moreno una vivienda que registre el valor de un gol. «Una vez, a los cuatro años, me dijo: ‘Cuando sea futbolista te voy a comprar una casa’. Y cumplió». Entonces no había manera de apartar a Juan Gauto del balón. «Se escapaba de la escuela, lo único que quería era jugar al fútbol todo el tiempo», relata Norma, la madre del nuevo futbolista del Dépor. Vivían los dos juntos «en una habitación que nos rentaba una señora; compartíamos el colchón, sobre el piso, y usábamos de mesa una caja de manzanas». En Corrientes, 3.000 kilómetros al norte, se habían quedado los tres hermanos mayores, al cuidado de la abuela. «No tenía dinero para tenerlos a todos conmigo, pero cuando mi mamá falleció, ya había encontrado trabajo en una residencia de ancianos, pedí que me adelantaran tres meses de sueldo y los fui a buscar». Creció así de golpe la familia de Juan, a la que más tarde se sumó Morena; la benjamina, que apenas ha cumplido los ocho.

Cuando la niña nació, el Gauto que quería ser futbolista iba de camino a la capital. Se mudó con solo diez años, alentado por un preparador físico de la base de Huracán. Fede Marino entró casi por casualidad en esta historia salpicada de giros de guion. «Yo acababa de llegar de trabajar en Japón y me citó una persona que había conocido allí; lo iban a nombrar coordinador de las categorías inferiores y me ofreció el puesto. Me dijo que iban a abrir una plaza para edad infantil en la residencia del club, en la que solo admitían juveniles, y nos pidió a unos cuantos que le propusiésemos candidatos nacidos en el 2004».

Fede no conocía a Juan, pero durante un encuentro en China había hablado con un compañero sobre la falta de atención de los equipos porteños a los jóvenes talentos de las regiones del sur. Así que preguntó. Le hablaron de un crío que despuntaba en San Lorenzo de Perito Moreno. Una entidad ligada a otro San Lorenzo, el de Almagro, el eterno rival de Huracán. De hecho, Juan ya había pasado pruebas en El Ciclón y lo habían descartado, como en Vélez. Por eso fue algo reacio cuando le ofrecieron volver a probar.

Juan Gauto, de niño, con la camiseta de San Lorenzo de Perito Moreno.
Juan Gauto, de niño, con la camiseta de San Lorenzo de Perito Moreno.

Lo convenció Marino, animado porque «el chico venía de una familia humilde y su historia me recordaba a la de Wilfredo Caballero (exportero del Málaga), que es familiar mío. Esa es gente con hambre, con picardía. Además, él ya había viajado a Europa para jugar unos amistosos en Italia con un combinado de la región».

Pese al bagaje, el crío tuvo que sudar para ganarse una plaza en la residencia. «Venía físicamente muy mal, por temas de alimentación, y el coordinador no lo eligió para darle la pensión, así que el primer mes lo tuve en mi casa —comparte Marino—. Trabajó mucho en el gimnasio, porque llovía todo el tiempo. Entonces, hicieron un amistoso contra un rival de ascenso, el Yupanqui, y él participó en los últimos quince minutos. Hizo tres goles».

Ni aún así. «Decidieron que iba a ser suplente en el segundo equipo. A la semana siguiente, ya era titular. Una después, suplente del equipo principal. Al mes, ya era al que buscaban en todos los balones. Al final le dieron el alojamiento, claro; y no solo eso, fue el único al que permitieron tener mascota», prosigue el preparador físico. Una perra rescatada de la calle; Globita, en honor al globo, símbolo de la entidad. La siguiente parada del relato es otro hat trick especial. «Para Huracán, en esas categorías, empatar en el cruce con Boca Juniors es como una victoria. Con Juan ganaron 3-0; todos los marcó él». Aquello apareció incluso destacado en la web del club —«Al primer equipo iba mal, buscaban una buena noticia y esa les pareció ideal»—.

Juan Gauto, junto a Fede Marino y Globita, en su habitación de la residencia de Huracán.
Juan Gauto, junto a Fede Marino y Globita, en su habitación de la residencia de Huracán.

Enfrente, en aquel duelo, el Colo Barco, nuevo lateral izquierdo del Sevilla, y amigo del hoy extremo blanquiazul desde que coincidieron en las inferiores de la Albiceleste. Otra casualidad: Argentina no se había clasificado para el Mundial sub-20 del 2023, pero le dieron la sede después de quitársela a Indonesia. Mascherano, que no había citado al chico para el Sudamericano, se lo pensó mejor en esta ocasión.

«Me llamó llorando, yo siempre le había dicho que jugaría en la selección», asegura Norma. Hay también varios pronósticos cumplidos en esta historia. Su hijo ya había quemado en esa época todas las etapas de formación. «Se quejaba de que no era capaz de tener un grupo de amigos, porque enseguida lo pasaban a jugar con los mayores. A los 16 ya había debutado en Primera», apunta Marino.

Se estrenó pronto; tardó meses en anotar. «Llevaba mucho tiempo intentando que su madre viniera a un partido. Durante siete años, no había sido posible, y el día que aceptó, Huracán jugaba contra Barracas Central». Gauto saltó al campo en el 68. Hizo el 2-0 en el 86. «Llegué una hora antes de que empezaran y le dije a Fede que ese día mi hijo iba a hacer gol», desvela ella, añadiendo otro pronóstico: «Cuando vaya a verlo a España, también va a marcar». Mientras espera por esa casa, Norma será bien recibida en Riazor.