
El Deportivo está metido en un partido de cuatro tiempos. Dos a disputar en Riazor y otro par en Castalia. En casa venció claramente el primero, a los puntos; y en el segundo firmó tablas pese a marcar el único tanto. Nadie esperaba un encuentro sencillo y no lo fue, aunque los coruñeses saltaran al césped decididos a encerrar al adversario. Hasta el descanso, el choque estuvo controlado, aunque le faltó velocidad. A partir de ahí, y especialmente del gol, se rompió y dejó una sensación preocupante para los intereses blanquiazules. El cansancio hizo demasiada mella con una cita aún por resolverse a domicilio.
Lo mejor de esa fase que siguió al 1-0, en el que se plasmó todo lo que puede ofrecer Max Svensson, estuvo en las intervenciones de Ian Mackay. El Dépor cuenta con un meta capaz de retener puntos y ventajas en un play off. También disfruta de un central sólido, que dejó un par de acciones de gran mérito, pero a cambio arriesgó en exceso en zonas del campo en las que no parecía necesario. Un futbolista de su veteranía no puede permitirse dar la oportunidad a una expulsión en un momento crítico de la temporada.
En labores de contención brilló también Álex Bergantiños, encargado de aportar equilibrio a la medular y capaz de dar un paso adelante con la pelota si se le invitaba a ello. Quizá se echó algo de menos el respaldo de Diego Villares en ambas facetas. Como también se podría haber esperado algo más de Lucas Pérez en el frente de ataque. Lo intentó siempre, pero lo logró pocas veces.
Sí dejó huella Yeremay, quizá el futbolista más en forma del Deportivo. Volvió locos a sus marcadores y contribuyó a generar las acciones de mayor peligro junto a ese gol que se guisa y se come Svensson.
Un tanto que propició un escenario distinto, en el que al Castellón le sentaron mejor los cambios y los de casa empezaron a sufrir, especialmente en la banda defendida por Lebedenko. Le llegó entonces el turno al portero para sostener la victoria mínima que da paso a dos tramos emocionantes.