La fortuna tomó partido por el Deportivo en Ceuta. El conjunto coruñés venció un encuentro en el que fue claramente inferior a su adversario. Más allá de los atenuantes a los que hay que atender, desde el virus estomacal a la desafortunada lesión de Diego Villares, el equipo que dirige Óscar Cano transmitió una sensaciones muy preocupantes antes de arrancar el parón navideño.
Nada hacía pensar en ello a los pocos minutos de un encuentro en el que los visitantes supieron contrarrestar a sus oponentes en el inicio, aprovechando el gran ejercicio de presión alta que inexplicablemente abandonarían después. Cuando el Dépor desistió de buscar la pelota en campo contrario, el Ceuta le pasó por encima.
La banda izquierda sufrió especialmente, poniendo de nuevo en evidencia que allí se necesita más de lo que se puede encontrar a día de hoy. Faltó también contundencia frente al juego directo, una laguna que ya acusó el equipo en otras ocasiones la pasada campaña y durante lo que va de la actual. Cada centro al área generó problemas y solo el desacierto del colista en los últimos metros le impidió transformar alguna de las muchas ocasiones de las que dispuso.
El Ceuta supo alternar entre distintas fórmulas para hacer daño y en varias fases exhibió un estilo muy atractivo que le llevó a salir combinando sin apenas oposición. El frente de ataque reculó y el centro del campo se fue cayendo, especialmente tras la retirada de Villares. Por suerte, su problema quedó en un susto, tanto para él como para el colectivo, porque actualmente es el mejor de entre quienes ocupan la medular.
El partido se hizo larguísimo hasta concluir en un inmerecido botín de tres puntos. Necesarios para aprovechar los buenos resultados que se dieron en otros campos, pero que no deben ocultar que se precisa mucho más.