El sufrimiento y agonía en las gradas duró tres minutos. El tiempo que tardó Donato en llevar la tranquilidad. El brasileño cabeceó un córner botado por Víctor. El destino quiso que fuera en la portería en la que seis años antes González truncó el sueño del Deportivo. Roy Makaay, que maravilló a la afición coruñesa durante toda la temporada, anotó el 2-0 definitivo antes del descanso.
Con el pitido final, la alegría inundó el feudo blanquiazul. Y la fiesta se trasladó a una plaza de Cuatro Caminos abarrotada. Una recompensa vestida en forma de Liga. Un regalo para la afición, la ciudad, los jugadores y para los que un día formaron el Superdépor.