¿Por qué insultar al Deportivo en el ascenso del Racing de Santander?

TORRE DE MARATHÓN

César Ortiz | EUROPAPRESS

03 may 2022 . Actualizado a las 19:02 h.

El Racing de Santander es nuevo equipo de Segunda División, un pequeño logro desde el pozo en el que estaba metido. Un éxito de un club que, en general, goza de simpatías en Galicia. Una victoria que no necesita de ningún enemigo; porque no hace falta encontrar a alguien a quien insultar para disfrutar del éxito propio. Y desde el Deportivo, desde luego, nadie puso un pero al título del equipo cántabro. Pese a todo, en las celebraciones del ascenso se colaron unas cuantas faltadas.

En la raíz del asunto —como en la retorcida tesis según la cual reconocer a un campeón con un pasillo de homenaje supone una humillación propia, cuando el gesto honra igual a quien lo hace como al que lo recibe— se encuentra una confusión cada vez más frecuente. No distinguir entre la parte que tienen de cloacas las redes sociales —sobre todo por culpa de los personajes anónimos, los insultadores profesionales o los egocéntricos solo preocupados por acumular notoriedad a cualquier precio— y el mundo de los adultos es de primero de Twitter. Pero algo así parece haberle sucedido a varios de los integrantes del Racing de Santander, al que no se le conocía rivalidad alguna con el Deportivo, hasta la discutible petición de aplazamiento del partido de Riazor por un par de positivos de coronavirus cuando en el fútbol profesional ya no se detenía salvo que se registrase un brote amplio de contagios.

Al Racing de Santander, encima, los comités le dieron la razón, el partido se aplazó, la decisión no generó mayor polémica entre los auténticos protagonistas y el equipo cántabro ganó el partido de Riazor. Hasta que llegó el ascenso con cuatro jornadas de antelación. Entonces, desde el balcón del Ayuntamiento, Patrick Soko, en lugar de ejercer como deportista, quiso darse un abrazo con los más malotes de las redes sociales. «Dépor, cabrón, saluda al campeón», soltó, jaleado por algunos compañeros. No fue la única salida de tono. Su compañero Cedric también recordó el aplazamiento con colmillo retorcido, porque entendía que se les había insultado y tachado de «cagones»; por supuesto, todo lo soltó sin decir quién se había metido con su equipo. Pero el premio a la frase del año recae en el entrenador del equipo, Guillermo Fernández Romo, que zanjó cualquier debate. No apeló ni a la inteligencia ni al talento: «Hay una cosa en la que el Dépor no nos doblaba: en huevos». Bravo, crac.