Otra calle vacía para Antoñito

TORRE DE MARATHÓN

Antoñito saca un centro durante el partido entre el Deportivo y el Talavera
Antoñito saca un centro durante el partido entre el Deportivo y el Talavera TOMÁS GARRIDO / LOF

El lateral debutó en el Deportivo intentando llenar el carril por el que transitaban Víctor García y Trilli

25 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A Antoñito le pusieron su calle en un descampado. La placa de azulejo cuelga en una de las vías que rodean el parque del municipio de Herrera (Sevilla) donde en verano se levanta el recinto ferial. Sin casetas de las fiestas patronales, el lugar se convierte en cancha de fútbol para los chavales de la localidad. Allí empezó a pegarle al balón el carrilero; extremo antes de que Luis César —el entrenador que facilitó su debut profesional— lo instalara unos metros más atrás. Entendió el técnico que así optimizaría las virtudes del jugador: zancada, sacrificio, profundidad. Atributos y viaje calcados a los que llevaron a Víctor García a tomar el lateral derecho del Dépor, abandonando su plaza habitual.

Borja Jiménez fabricó un avión sobre el que hacer girar los ataques por sorpresa del conjunto blanquiazul. Entre él y Trilli debían repartirse las incursiones al espacio que Alberto Quiles abandonaba al avanzar en horizontal. Ninguno de los dos pueden encargarse ahora de esta función clave en fase ofensiva. Es probable que sigan al margen lo que resta de campaña, por eso el míster buscó primero alternativas en su plantel y, cuando estas no cuajaron, pidió traerlas de más allá. Quizá aquel futbolista sin ficha con quien había coincidido en Cartagena fuera capaz de llenar el erial. De momento, no.

«Tiene mucho mérito para el poco tiempo que lleva con nosotros», resumió Adrián Lapeña el estreno de Antonio Jesús Regal. «De aquí solo va a ir para arriba», aventuró el zaguero, captando sin mala fe que el punto de partida ofrece un amplio margen para crecer. Desde la acción inicial, en realidad. Un intento de conectar con Mario Soriano que se perdió lejos del receptor. El jugador cedido por el Atlético fue la pareja más sólida que tuvo Antoñito en El Prado. Su mejor combinación, a los diez minutos de encuentro, prosiguió en un buen centro del carrilero que Quiles estropeó al querer controlar. El resto de envíos al área se quedaron cortos, largos o impactaron en algún rival. Solo se salva en el repaso de los 74 minutos de acción un cambio de orientación en el segundo tiempo, para regalar a William otra ocasión de encarar.

Sin pelota, abarcó al menos la cantidad de campo exigida —«A partir de su sustitución hemos perdido profundidad por fuera», valoró Borja—, aprovechando al subir las coberturas de Diego Villares, incrustado a su espalda como lo estuvo a la de Aguirre frente al Dux. Movimiento coordinado con el que el vilalbés multiplicaba las opciones en el inicio desde atrás. El atasco llegaba, sin embargo, al superar la medular. Negados los pasillos interiores hacia el área del Talavera y con Héctor en su versión gris, el peso volvía a recaer en el debutante, inevitablemente lastrado por el escaso tiempo de aclimatación.

El lunes apareció en Abegondo, firmó el viernes, subió al autobús el sábado y el domingo fue titular. Entre medias, la confirmación de su buena voluntad. «Como si tengo que encargarme de llevar a los juveniles, yo soy un empleado más», razonó en voz alta cuando le consultaron sobre sus perspectivas en el club. Detalle que refrenda la profesionalidad a la que aluden cuantos han compartido vestuario con el veterano futbolista. Tiene 34 años, más de cuatrocientos partidos en la hoja de servicios, y una calle a su nombre a la vera de un descampado, en un pueblo andaluz. En A Coruña hay otro carril vacío que se ofrece en propiedad.