Abrazos de gol y buenos tiempos en el Deportivo

TORRE DE MARATHÓN

Los jugadores del Deportivo se abrazan tras el segundo gol ante el Rayo Majadahonda
Los jugadores del Deportivo se abrazan tras el segundo gol ante el Rayo Majadahonda Jorge Ropero

Los puntas del conjunto blanquiazul siguen cumpliendo y sus festejos reflejan además la armonía en la caseta

21 nov 2021 . Actualizado a las 18:55 h.

Qué manera de cumplir. Antes de saltar al campo, le prometió un gol con festejo. No habían pasado dos minutos y ya se lo estaba dedicando, envuelto en un baile espasmódico ejecutado a medio metro. Después recortaron distancias hasta llegar al abrazo que airea la fraternidad de la caseta. Esa que verbalizaron el entrenador y el capitán frente a la prensa. El colegueo no da títulos, pero ayuda a arrimarse a ellos y en la última confección de plantilla se impuso el criterio de minimizar el riesgo de roces por intrascendencia. Salvo alguna excepción muy puntual, descartados y suplentes llevan sus penas por dentro. Ni siquiera es necesario acudir al ejemplo extremo de Calavera, que el domingo mata los partidos infiltrado entre el cuerpo técnico y se presenta a cada entrenamiento con el ánimo de los titulares indiscutibles. Basta el caso de Rafa de Vicente. Pescado en el UCAM, donde portaba el brazalete, para jugarse los minutos con Villares y Bergantiños; mala competencia. Derrotado habitual en el acceso al once, cumple igual sobre el césped que en la caseta.

Allí pactó con Alberto Quiles que el punta recuperaría el olfato y lo celebrarían juntos. «Más que el gol, necesitaba tener buenas sensaciones», desveló más tarde el ariete andaluz, que marcó antes incluso de saber cómo se sentía. Anotó y corrió hacia la banda. No buscó el fondo ni el tumulto en la grada. Buscó a Rafa, el pitoniso. Le brindó un bailoteo desgarbado, le permitió encaramarse a su metro noventa de ariete revivido —«Muy contento por el gol, que ya llevaba unas cuantas jornadas sin meterlo», confesaría luego— y reemprendió la faena.

Cinco dianas y a centímetros de la media docena: «La de cabeza que fallo... Ya llevo dos igual, la de Irún y esta». El remate se le fue al cuerpo del portero y Quiles se quedó a un par de tantos del pichichi de la categoría. A uno de Miku, su socio arriba. El venezolano mantuvo la distancia aprovechando una confusión de identidad en el Rayo. Néstor se creyó Juergen y filtró un pase perfecto al enemigo. No le cayó al más rápido, pero sí al más listo. Para qué arrimarse al portero cuando basta un chut seco. Otra diana con premio. Sus últimas cuatro han dado puntos.

Para festejarla siguió el camino abierto en el 0-1 y atravesó la línea de cal en busca de otro suplente. El suyo fue un abrazo de viejos tiempos; de dos supervivientes en horas altas. Miku se fundió con Héctor, que había perdido su condición en el Cerro del Espino. El Litri ya no es intocable, pero sigue pinchando la música de este vestuario que suma.