Ian Mackay: «Tardé tanto en venir al Deportivo porque aquí siempre buscaban porteros altos»

TORRE DE MARATHÓN

MARCOS MÍGUEZ

El cancerbero del Deportivo reivindica la labor de los guardametas que no llegan a medir 1,85 metros

14 oct 2021 . Actualizado a las 10:08 h.

Más de tres lustros tuvieron que pasar desde que Ian Mackay (A Coruña, 1986) se estrenara con el primer equipo del Deportivo en un Teresa Herrera frente al Milan hasta que ha vuelto para, junto a Bergantiños, capitanear un equipo que trata de regresar al fútbol profesional. Un largo periplo en el que ha tenido que luchar contra el estigma de «ser bajito para la portería». Lo ha superado, pero no olvida que es posible que donde otros tenían que demostrar cinco, él tuviera que alcanzar un siete o un ocho.

—¿Cómo se está encontrando en su regreso?

—En lo personal, estoy muy contento. Es cierto que los resultados no están saliendo como queríamos, sobre todo después del gran arranque, pero hay tiempo, así que con muchísima ilusión.

—¿Cómo fue volver a Riazor?

—Muy bien. Ya lo dije cuando iba de camino al estadio. Estaba acostumbrado a ir como aficionado, a ver el ambiente, pero ir como futbolista... Luego, el ambientazo que había en el campo. Por encima, le ganamos bien al Celta, así que será un momento de los que me quedarán grabados, porque fue mi debut en partido oficial con el Dépor.

—¿Qué queda del Mackay que debutó en el Teresa Herrera frente al Milan al actual?

—El nombre. De cuando eres tan joven a ahora, que ya hay un aplomo pues... Eso, ahora tengo más aplomo. Los compañeros me ven de otra manera. Soy un poco referente del primer equipo. En aquel partido tenía 19 y ahora 35. Solo la experiencia ya es distinta. Y en un portero es un plus que hasta que lo vives no te das de cuenta. Porque conoces bien tu cuerpo, las situaciones de partido, lo que pueda ocurrir. Luego hay otra circunstancia: en aquel momento no era consciente de lo era. Era el principio de mi carrera. No sabía lo que me quedaba por vivir. Estaba en una nube. Una vez que te vas de aquí, ves cómo es el fútbol de verdad, te vas ganando las castañas por ahí adelante, viviendo situaciones de todo tipo. Entonces te das cuenta de lo que es el Dépor y lo difícil que es triunfar aquí. 

—Seguro que durante su carrera le habrá dado mil vueltas a por qué no lo llamaron hasta ahora.

—Cuando surgió el lío de Munúa y Aouate, Fabricio pasó a jugar con el primer equipo y me llamaron para regresar al Fabril. Pero ya había jugado cinco partidos con el Vecindario y fue inviable. Luego, pues la gente que mandaban no creía que fuera el portero idóneo o que no iba a dar el rendimiento necesario. Creo que no les gustaban mis características. Podría decirse que tardé tanto en venir porque aquí buscaban siempre un portero alto, con mucha envergadura. Y yo no soy así. Por desgracia, hay gente que piensa que si no mides 1,85, no vales para ser portero.

—¿Se sigue pensando así?

—Sí, claro. Yo tengo amigos que están en filiales y te dicen que si ven un portero de menos de 1,85 o 1,87, ya ni miran para él. Es algo contra lo que, los que somos más pequeños, tenemos que seguir luchando y demostrar que no tiene por qué ser así.

—Y usted no está de acuerdo.

—El portero más bajo es mucho más coordinado que el alto. La valentía, si eres coordinado, es más importante que la altura. Es cierto que, si son valientes, pues a balones más altos será más fácil para ellos, pero bueno.

—¿Cómo le ha condicionado?

—He procurado siempre trabajar mucho la coordinación para meterme bien debajo del balón e impulsarme con la suficiente fuerza. Me decían que con la estatura no llegaría. Bueno, no tuve la suerte de jugar en Primera, pero sí en fútbol profesional. Demostré que la altura puede ser un hándicap, pero no tiene por qué serlo para todos. Si mides 1,70 pues quizá no puedas jugar. Pero con 1,81... No tiene por qué haber problema. Creo que todo llegó un poco por contagio del fútbol inglés, que quiere que todos sus porteros sean altísimos.

—Tampoco parece que el fútbol inglés pueda ser el mejor ejemplo de cantera de porteros, ¿no?

—Allí siempre se buscaron porteros muy altos y que saquen en largo. Que su saque llegue a la otra área. Y no digo yo nada en contra de los porteros ingleses, que los hay muy buenos. Ahora, quizá no se mire tanto eso, pero por tradición, sí.

—Ahora se pide más jugar con el pie que otra cosa.

—Pues sí. Al portero se le pide que juegue con el pie como el mediocentro y que pare como un portero.

—Hasta ahora, con Borja Jiménez, no tiene tanta exigencia.

—Jugamos con un tercer hombre, el mediocentro, para la salida del balón. El míster simplifica así más las acciones. El año pasado, en el Sabadell, sí que el portero era uno más a la hora de salir con el balón. Son diferentes tácticas. Hay que adaptarse.

—¿Qué le gusta más?

—Jugar con los pies. Ser uno más.

—Jugarla con el pie, subir a rematar y marcar un gol. ¿Sueña con eso?

—Ojalá algún día pueda, aunque eso significaría que íbamos perdiendo (se ríe). Pero sí que tiene que ser bonito. Lo que no sé es cómo lo celebraría.

—Es que a ustedes les falta práctica. ¿Es posible llegar a celebrar una parada con la misma intensidad que un gol?

—Quizá no por la dinámica del partido, pero realmente tiene la misma importancia y yo creo que tienes que sentir lo mismo. Son dos acciones trascendentales en un partido y hay mucho trabajo detrás.

—Durante su carrera ha sido protagonista en decisivas tandas de penaltis. En una acción de este tipo, ¿cómo es el reparto de influencia entre el estudio del rival, la fortuna o las características del portero?

—Para empezar, y sin quitarnos méritos a los porteros... Yo creo que un penalti bien tirado es imparable. A partir de ahí, hay mucho, pero que mucho trabajo detrás. Sí que puede influir la templanza que de un portero en esas situaciones o incluso en algún momento, claro está, la suerte. Pero hoy en día se estudia todo mucho. Los porteros pasamos horas y horas analizando a nuestros rivales. Nosotros y los entrenadores que trabajan con nosotros.

—¿En qué momento decide qué hacer en un penalti?

—Uf. Es difícil. Cada penalti es diferente. En ocasiones te basas en la probabilidad. Pura estadística. Si sabes que un futbolista lleva metidos ocho penaltis lanzando hacia la zona de seguridad, es muy probable que ese también lo tire ahí. Luego, en otros casos, cuando inicia la carrera, intuyes lo que puede hacer. Otras veces tratas de descentrarlo... Es que hay tantas situaciones diferentes. Trabajamos mucho todo eso, no se crea.

—¿Considera que el trabajo diario de los portero es el gran desconocido del fútbol? Todo el mundo da por hecho que los jugadores de campo ven vídeos de los rivales, que sus técnicos les despiezan las acciones de ataque, defensa, balón parado... Pero quizá se piensa menos en la aplicación a los cancerberos.

—Pienso que la gente cada vez percibe más lo que hay detrás. Pero si alguien duda, y sin que esto sea una competición ni polemizar, le diré que es posible que los porteros estudiemos mucho más a nuestros rivales que el resto de compañeros. Porque son muchas las acciones que hay que analizar. Si entran por un lado, por el otro, cómo tiran las faltas, los penaltis, quién suele ir a rematar a cada palo... Conocer bien el ataque de los rivales lleva mucho tiempo. Muy pocas de nuestras acciones son fruto de la improvisación.

—Hombre, no creo que entrenan las cantadas.

—(Se ríe). Las cantadas no. Pero algunas acciones que pueden parecer fallos, no lo son tanto. 

—Recuerdo hace años una entrevista con José Francisco Molina en la que él insistía en que a veces hay salidas, de las llamadas «a por uvas», que son auténticos aciertos.

—Yo coincidí algún tiempo con él en el Dépor y es así. Lo tenemos hablado, y comparto con él una definición de los porteros. Decía, y yo lo sostengo, que somos evitadores de gol. Claro que tenemos que parar. Pero a veces es más importante evitar un remate que pararla sobre la línea. Porque si te chutan con claridad, es muy difícil pararla y puedes fallar. En cambio, si tú, con una salida, aunque sepas que no vas a atajar el balón, consigues evitar que rematen claramente, ahí has triunfado. Y, es cierto, muchas veces el aficionado lo interpreta como un fallo. Pero fue un acierto.

—¿Cuánto tiempo le cuesta sobreponerse a una pifia?

—En la actualidad, nada. Son muchos años y sé que situaciones así pueden suceder. Todos fallamos. Solo que en nuestro caso, ese error es un gol seguro. Pero no puedes volverte loco con esas cosas. Pasó en ese momento y punto. Yo recuerdo una cuando estaba en el Murcia, contra el Recre. Se me coló el balón por debajo. Pero, toco madera, esa no me ha vuelto a suceder, porque a partir de ahí estás más atento a esas situaciones.

—¿Qué pasaría si un portero, en este caso usted, falla en un partido en tantas acciones como los delanteros del Dépor en Irún?

—Esa es otra que nos persigue. ¿Fallaron los delanteros o las paró el portero? Entiendo lo que usted quiere decir, que si un delantero no tiene su día y manda cuatro balones claros fuera, pues no pasa nada. Pero si un portero mete cuatro para dentro, no puede subirse al autobús (se ríe). En eso estamos de acuerdo. Pero a veces también se habla de que los delanteros fallaron ocasiones, cuando en realidad no lo hicieron mal. Lo que sucedió es que el meta contrario estuvo acertado y las detuvo. 

—De eso usted este año sabe mucho, porque ha tenido alguna jornada que si no es por usted...

—Bueno, pero para eso estoy también, ¿no? (se ríe). Es que da la sensación de que cuando un portero tiene una buena actuación y contribuye a ganar o empatar un partido, esos puntos no valen igual. Cualquier aportación es buena. Si el delantero marca muchos goles, genial; si el mediocentro crea o destruye juego, excelente; si el defensa evita el peligro, magnífico; y si el portero las para, pues también es que algo se habrá hecho bien. 

—Claro, pero el plan semanal nunca incluye que el rival vaya a llegar 30 veces a su área, le dispare 20 y usted tenga que detener 15. De ahí que, generalmente, cuando esto sucede es que la idea de partido no ha salido.

 —Pero se transmite como si fuera malo. Lo importante es ganar y todo entra dentro del trabajo semanal. En la actualidad, en el fútbol se prepara hasta lo más mínimo. No valen menos las victorias si el portero ha hecho veinte paradones.

—Pero en el trabajo semanal no se enfocan los partidos para lucimiento del meta.

—No. Pero sí que hay entrenadores y equipos que tienen tal confianza en el portero que prefieren arriesgar un poco más, aunque sea a costa de desproteger al portero. Y esa es una situación de juego y de planteamiento de partido que también se da y es igualmente válida. Lo malo de todo esto es cuando, como nos ha pasado a nosotros en los últimos dos partidos, queda el latiguillo de que, las tres ocasiones que llegaron, nos marcaron.