William de Camargo: «El fútbol de hoy en día me aburre, en casa pongo partidos antiguos»

TORRE DE MARATHÓN

William de Camargo, en la grada de la ciudad deportiva de Abegondo
William de Camargo, en la grada de la ciudad deportiva de Abegondo MARCOS MÍGUEZ

El extremo del Deportivo sostiene que la profesionalización «ha matado a algunos jugadores con talento que son más libres»

25 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

William de Camargo (Sao Jose do Río Preto, Brasil, 1999) toma asiento en la grada de Abegondo y se arranca con su historia: «En mi familia son todos futboleros, pero el único futbolista fue mi padre. Solo pudo jugar unos partidos como profesional porque mi madre se quedó embarazada y él optó por volver a casa y trabajar cerca de la familia. He tenido siempre su influencia porque lo vi jugar muchas veces como amateur. Me llevaba a sus partidos y me hacía chutar el balón. Me divertía. Así empecé».

—¿De qué jugaba su padre?

—Jugaba en cualquier posición del frente. Sobre todo por banda.

—Me suena.

—Sí [risas]. Como yo.

—Empezó en el Sao Paulo, muy lejos de su casa de Sao Jose.

—Es que fui a jugar un amistoso contra el Sao Paulo y se fijaron en mí. En el equipo eran todos del 97 menos yo, que era del 99, y ya destacaba. Pusieron el ojo en mí y pidieron que cuando cumpliera los 10 años me llevaran hasta allí para hacer un seguimiento. Así que a esa edad empecé a pasar varias semanas cada tres meses en Sao Paulo. Era un sistema piramidal: empezamos cien jugadores y la siguiente vez ya solo éramos noventa, luego ochenta y así hasta cumplir los 14, cuando los que quedamos ya pasamos a la residencia, a vivir allí.

—Un método de selección bastante duro para un niño.

—El proceso fue difícil, fue la primera vez que empecé a vivir solo, además. Me costó, pero me sirvió de aprendizaje. Al principio parecía que cada semana de entrenamiento duraba un mes, tan lejos de la familia. Nos poníamos a llorar y eso. Fue un proceso de adaptación para lo que aún iba a venir.

—¿En su casa lo llevaron bien?

—A mi madre se le hacía difícil porque somos muy cercanos y como mi hermana mayor ya se había independizado ella se quedaba sola en casa. Mi padre es más relajado, sabía que todo era parte del proceso.

—Después de vivir una competencia como esa siendo tan pequeño, la presión de pelear por un puesto de extremo en el equipo le parecerá menor.

—Esa no es la actitud. Para mí cada temporada, cada día, es un reto. En Brasil decimos que cada día hay que matar a un león, enfrentar el reto. No creo que en mi carrera vaya a haber ningún año fácil. En este, por ejemplo, estoy en un club muy grande y eso añade presión.

—¿Cómo acabó en España?

—Fue algo que me sorprendió. Yo estaba muy cómodo en Sao Paulo y apareció la opción de cambiar de aires, pero pensaba que me hablaban de irme a otro club de Brasil, porque varios me querían. Pero salió lo de España y a mi padre le gustó la idea de que saliera a probarme fuera.

—Luego aún se fue a Ucrania

—Fue algo de última hora de mercado. Al final lo agradezco porque me dio experiencia, saber lo que es el fútbol de verdad. A veces estás tan a gusto que te confundes. Como aquí, que hay una ciudad deportiva como esta, que se vive bien, que te facilitan muchas cosas... Si todo es sencillo olvidas un poco cómo es el fútbol a veces, el tener que gestionar la presión, estar en un lugar en el que no eres capaz de decir ni «hola». Agradezco ese momento difícil para tenerlo ahí presente.

—Mucho movimiento. En Cartagena dijo que quería quedarse allí, que se había echado novia y era feliz, pero de nuevo le tocó irse.

—Es que esa es una parte del fútbol. Hoy estás a gusto, con tu familia, tu novia, tu gente... Y mañana te toca irte lejos. Tener facilidad de adaptación sin que el rendimiento baje marca diferencias en esta profesión.

—¿Y parar un tiempo en A Coruña?

—Han sido muchos años de cambiar. Claro que uno quiere tener un sitio y que quizá sea este, pero ya se verá.

—Sus características favorecen la conexión con la grada.

—A mí claramente esa conexión me da un plus. Siento mucho el estadio. Escuchar que les gusta me anima a volver a encarar. Riazor... Cuando Riazor está contigo se siente.

—¿Y hace más duros los días en que no sale nada? Ahí nadie recuerda de dónde viene y lo que costó llegar.

—Es que el fútbol tiene mucho más de injusto que de justo. Cómo va a saber quien critica al jugador qué es lo que está influyendo en su rendimiento, va a verlo 90 minutos, ni siquiera en los entrenamientos y juzga por ese tiempo. Pero a esto nos dedicamos, esa presión tenemos que saber llevarla.

—Más en un puesto que obliga al uno contra uno y en el que el margen de error es alto.

—En mi posición no se puede tener miedo al error. Si eres extremo vas a tener que encarar y muchas veces no vas a poder superar a tu marcador, eso lo sabes antes de empezar a jugar, pero si te falta el descaro no sirves.

—Dice su compañero Juergen que el 10 está en extinción, pero tampoco es el mejor momento para el extremo menudo y habilidoso.

—Yo digo siempre que el fútbol de hoy en día me aburre. Es muy robótico todo, muy táctico. Por eso en casa me pongo partidos antiguos, me mola más el fútbol natural. Otra cosa a la que hay que adaptarse, porque el fútbol antiguo es algo que no podemos vivir, no podemos resolver las cosas de aquella manera.

—Partidos antiguos, ¿de qué equipos?

—Hay varios que me llaman la atención. Manchester, Barça... El Arsenal del 2003, por ejemplo. Y en Brasil está el Flamengo o el Vasco del 99. Si te paras a pensar cada equipo tenía un par de jugadores que eran los crac, que podían resolver un partido. Y eso mola mucho, la calidad, la técnica que tenían esos jugadores.

—¿Cómo cree que ha afectado la evolución en el jugador?

—He visto jugadores muchísimo mejores que yo que han acabado dejando el fútbol porque les obligaba a seguir muchas reglas, a ser estrictos. Esta profesionalización del fútbol ha matado a algunos jugadores con talento que son más libres, que buscan libertad. Ya digo que todo es adaptarse y si no lo consigues no vas a poder dedicarte al fútbol profesional.

 «Borja no te limita, ve el fútbol como el jugador»

William de Camargo dejó el Castellón porque apenas contaba para Borja Jiménez. Solo unos meses después ha vuelto a ponerse a las órdenes del abulense. «No sé decirte el motivo. Creo que por el buen feeling que tengo con él, la buena relación. Aunque en la segunda etapa no jugara tanto, el respeto se mantuvo y creo que eso me ha traído aquí».

—¿Pero no le sorprendió que le quisiera otra vez a su lado?

—La verdad es que sí me sorprendió su llamada, pero ya digo que nuestra relación es buena.

—¿Cómo es trabajar con él?

—Para mí es un entrenador que no te limita, que ve el fútbol como el jugador. Nos da libertad y permite réplica en cuanto a la forma de jugar, eso es importante.

—Ahora hay varios jugadores jóvenes cerca del primer equipo. Es casi de su edad, pero parece un veterano en cuanto a recorrido.

—Creo que tengo unas pocas vivencias, sí. Por eso a veces procuro hablar con los chavales sobre que es importante centrarse y cosas así. El fútbol es bonito hoy, pero mañana deja de serlo y es importante saber gestionar los días malos.

—Entrena y se va a casa a ver fútbol. ¿Cómo desconecta?

—Ahora tengo novia, así que desconecto algo más del fútbol. A veces me dice: «eh, desconecta y vamos a ver una película de amor o algo». Es que yo andaba siempre con dos o tres portátiles viendo partidos. Ahora paseo más, a veces voy al cine...