—¿Y parar un tiempo en A Coruña?
—Han sido muchos años de cambiar. Claro que uno quiere tener un sitio y que quizá sea este, pero ya se verá.
—Sus características favorecen la conexión con la grada.
—A mí claramente esa conexión me da un plus. Siento mucho el estadio. Escuchar que les gusta me anima a volver a encarar. Riazor... Cuando Riazor está contigo se siente.
—¿Y hace más duros los días en que no sale nada? Ahí nadie recuerda de dónde viene y lo que costó llegar.
—Es que el fútbol tiene mucho más de injusto que de justo. Cómo va a saber quien critica al jugador qué es lo que está influyendo en su rendimiento, va a verlo 90 minutos, ni siquiera en los entrenamientos y juzga por ese tiempo. Pero a esto nos dedicamos, esa presión tenemos que saber llevarla.
—Más en un puesto que obliga al uno contra uno y en el que el margen de error es alto.
—En mi posición no se puede tener miedo al error. Si eres extremo vas a tener que encarar y muchas veces no vas a poder superar a tu marcador, eso lo sabes antes de empezar a jugar, pero si te falta el descaro no sirves.
—Dice su compañero Juergen que el 10 está en extinción, pero tampoco es el mejor momento para el extremo menudo y habilidoso.
—Yo digo siempre que el fútbol de hoy en día me aburre. Es muy robótico todo, muy táctico. Por eso en casa me pongo partidos antiguos, me mola más el fútbol natural. Otra cosa a la que hay que adaptarse, porque el fútbol antiguo es algo que no podemos vivir, no podemos resolver las cosas de aquella manera.
—Partidos antiguos, ¿de qué equipos?
—Hay varios que me llaman la atención. Manchester, Barça... El Arsenal del 2003, por ejemplo. Y en Brasil está el Flamengo o el Vasco del 99. Si te paras a pensar cada equipo tenía un par de jugadores que eran los crac, que podían resolver un partido. Y eso mola mucho, la calidad, la técnica que tenían esos jugadores.
—¿Cómo cree que ha afectado la evolución en el jugador?
—He visto jugadores muchísimo mejores que yo que han acabado dejando el fútbol porque les obligaba a seguir muchas reglas, a ser estrictos. Esta profesionalización del fútbol ha matado a algunos jugadores con talento que son más libres, que buscan libertad. Ya digo que todo es adaptarse y si no lo consigues no vas a poder dedicarte al fútbol profesional.
«Borja no te limita, ve el fútbol como el jugador»
William de Camargo dejó el Castellón porque apenas contaba para Borja Jiménez. Solo unos meses después ha vuelto a ponerse a las órdenes del abulense. «No sé decirte el motivo. Creo que por el buen feeling que tengo con él, la buena relación. Aunque en la segunda etapa no jugara tanto, el respeto se mantuvo y creo que eso me ha traído aquí».
—¿Pero no le sorprendió que le quisiera otra vez a su lado?
—La verdad es que sí me sorprendió su llamada, pero ya digo que nuestra relación es buena.
—¿Cómo es trabajar con él?
—Para mí es un entrenador que no te limita, que ve el fútbol como el jugador. Nos da libertad y permite réplica en cuanto a la forma de jugar, eso es importante.
—Ahora hay varios jugadores jóvenes cerca del primer equipo. Es casi de su edad, pero parece un veterano en cuanto a recorrido.
—Creo que tengo unas pocas vivencias, sí. Por eso a veces procuro hablar con los chavales sobre que es importante centrarse y cosas así. El fútbol es bonito hoy, pero mañana deja de serlo y es importante saber gestionar los días malos.
—Entrena y se va a casa a ver fútbol. ¿Cómo desconecta?
—Ahora tengo novia, así que desconecto algo más del fútbol. A veces me dice: «eh, desconecta y vamos a ver una película de amor o algo». Es que yo andaba siempre con dos o tres portátiles viendo partidos. Ahora paseo más, a veces voy al cine...