Para ir al campo de Unionistas, coja el 3

TORRE DE MARATHÓN

Almeida foto

24 sep 2021 . Actualizado a las 10:08 h.

La salida del Torres dividía a los estudiantes entre quienes volvían a casa andando y quienes subían al bus. Las líneas llevaban a Garrido, cruzando la ciudad, pero forzaban a elegir de nuevo: el 6 para hacer el recorrido por delante de los hospitales; el 3 para la ruta con parada en la Plaza Mayor. Maneras de alejarse de San José, el rincón obrero de ladrillos rojos y enorme instituto con aspecto de prisión. Allí envió el Ayuntamiento el fútbol de barrio cuando se le invitó a mediar en la separación.

De los lodos de la crisis que se llevó por delante a la Unión Deportiva Salamanca surgieron dos partes enfrentadas. Una empecinada en estirar la goma de la historia comprando sus restos (estadio a precio de saldo, escudo, equipación); otra resignada al tributo a lo que ya fue, fiando el homenaje a los escasos recursos de lo popular.

Se distanciaron a cincuenta metros, insuficientes para disimular el rencor. Varias temporadas como vecinos mal avenidos que concluyeron por intervención municipal. El equipo pobre abandonó las pistas de entrenamiento convertidas en estadio de mínimos y se mudó lo más lejos posible del rival. A un campo con solera, en el que Jorge D’Alessandro —antiguo portero en el Helmántico y actual tertuliano en televisión— inició su etapa como entrenador, al frente del San José. A él se debe la primera gran obra en el campo Reina Sofía. Fue quien convenció a la directiva de instalar un baño en el pajar. Tras aquel revolucionario movimiento, la reforma quedó estancada, registrando ligeros avances hasta que en el 2015 se sustituyó el firme de tierra por uno de hierba artificial.

Por eso, cuando Unionistas recogió las escasas pertenencias para establecerse en el extrarradio, su fútbol de barrio dio con el entorno adecuado, pero no con la cancha ideal. Le faltaban gradas, aún en proceso de construcción, año y medio después, y le sobraba el césped de mentira, reñido con el balompié de calle que debería ser seña de identidad. En un ejemplo de adaptación, el club sacó partido del sembrado ficticio, que al poco de haberse estrenado dejará de servir para Primera Federación, y se agarró al campo para mantener la categoría y hasta soñar durante unas semanas con acceder al fútbol profesional, para mayor gloria de aquella UDS a la que pretende tributar.

A la espera de que la normativa desencadene nuevas mudanzas, la resistencia al fútbol moderno se ha instalado del otro lado del Tormes, donde escasean los hoteles para el hincha adversario, pero hay bares de sobra para unirse al calor de la afición blanquinegra en la previa y el después. Así que para ir a ver al Dépor este domingo, deje el coche en el centro, acérquese a la plaza y coja el 3. Su parada es la del Torres. Lo reconocerá fácil: parece una prisión.