El motor del Liceo comparte pasión entre la pista y el taller

TORRE DE MARATHÓN

EDUARDO PEREZ

César Carballeira compagina su vida como jugador de hockey con las prácticas en un taller tras realizar un ciclo de mecánica

15 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Es el defensa del Liceo. El que marca el ritmo y sostiene al equipo. Pero también el que pisa el acelerador en ataque cuando así lo ordena el juego. César Carballeira (A Coruña, 1996) volvió esta temporada al Liceo tras un par de años en el Reus. Después del confinamiento le llegó la oportunidad de regresar. No se lo pensó demasiado, y ahora es un imprescindible en el equipo.

Tan imprescindible como carismático. El coruñés compagina su vida como jugador de hockey con las prácticas en un taller. Estudió un ciclo superior de mecánica, su pasión después de la pista. «Desde pequeño me gusta argallar en todo. Es una afición que tengo desde que era un niño», afirma Carballeira. Esa curiosidad le llevaba a «fuchicar» en todo tipo de herramientas que se encontraba por el camino.

Pero lo que de verdad le llama la atención son los coches. No podría elegir un modelo con el que quedarse. «Me gustan todos. No podría quedarme con uno. Cada uno tiene su encanto», afirma.

Mientras por la mañana se calza los patines para entrenar, por la tarde se enfunda el mono de trabajo para realizar las prácticas en el taller Carpoint. «Las estoy haciendo en el que trabaja un amigo y él es el que me dice lo que tengo que hacer y lo que no», relata. Hasta el próximo mes de julio alternará sus dos pasiones. Después quiere seguir ampliando su formación. No tiene claro todavía por donde tirar, pero el motor siempre estará presente.

En el futuro, cuando el hockey ya forme parte del pasado, la vida de César Carballeira estará vinculada a este mundo. «Quiero encaminarme por ahí. Esto lo hago, no solo por afición, sino también pensando en el futuro. Este deporte no es para toda la vida y al final tienes que tener algo a lo que dedicarte», confiesa.

Lo que sí quiere dejar claro es que lo suyo no es el tuning. «Los cambio pero no los tuneo. Me gustan los coches deportivos, sean de la marca que sean. Son modelos que siempre llaman la atención», aclara. Su grupo de amigos comparte su misma afición al motor. En pandilla, son de los que ocupan los arcenes en los ralis. Pero no se plantea participar en uno. «Tampoco me surgió nunca la oportunidad. Para hacer algo así tienes que saber mucho». Tampoco de copiloto. «No sé si es más complicado conducir o ir al lado cantando las notas», afirma.

El gusto por ver el funcionamiento de las cosas la traslada también a sus patines. Una herramienta de trabajo que él mismo se encarga de mantener. «Los tengo siempre de mi mano, no me gusta que me los toquen», afirma categórico César. La misma seriedad que transmite dentro de la pista.

Un jugador que convierte el orden en superstición cuando compite

César Carballeira reconoce sus manías los días de partido. Más que manías, supersticiones. Y no son pocas. Comienzan desde que se levanta de la cama hasta que finaliza el encuentro.

Prefiere no contar cuál es su ritual «porque pierde la esencia», admite. Pero sí aclara que no comenzó a hacerlo todo a la vez. Buena parte de ellas llegaron cuando empezó a participar con el primer equipo del Liceo. César es el que más partidos ha disputado con la camiseta verdiblanca en todas sus categorías. «Ya era medio maniático antes y una vez que llegué a la máxima categoría incorporé más», relata.

Sus compañeros saben de su ritual. «Pero no afecta a ninguno», aclara. Y el resultado da igual. No provocan ninguna modificación en sus costumbres. Tampoco se olvida de ninguno. Eso sí, cuando no compite deja todo a un lado y admite ser ordenado, pero no maniático.

A falta de dos partidos para el final de la temporada, solo piensa en la disputa de la Copa del Rey de hockey en A Coruña. «Durante el torneo haré todo a rajatabla», afirma. Es un momento especial para darle a la afición el título que tanto ansía.