Diego Villares, alivio contra el sopor

TORRE DE MARATHÓN

Diego Villares trata de controlar el balón entre dos jugadores del Marino
Diego Villares trata de controlar el balón entre dos jugadores del Marino Aurelio Florez

Solo el centrocampista del Deportivo supo encontrar puntos débiles en un rival desprovisto de objetivos clasificatorios

26 abr 2021 . Actualizado a las 09:58 h.

El tamaño de la herida no es comparable. El Extremadura hizo un boquete y lo del Marino queda de momento en rasguño. Pero el Deportivo lleva tiempo empeñado en levantarse las postillas y ni siquiera en los duelos menores encuentra alivio. No estaba Pinchi con la vacuna, así que de Luanco vuelve un punto que puede ser bueno. Sin embargo, el terreno de las posibilidades siempre tiende a empinarse para los coruñeses y quien, como Bóveda, lo ha transitado ya en distintas ocasiones prefiere declararse preparado para la auténtica final de cada temporada. Esta vez, en Los Pajaritos.

Disponían los de Rubén de la Barrera de una ocasión pintiparada para rebajar la agonía en que se ha transformado la campaña del presunto retorno, y se empeñaron en dejarla pasar, a costa de despejar cualquier duda. Lo de la primera jornada de esta segunda fase no fue un traspiés, sino un síntoma. En 180 minutos ante el Marino, que acumula casi seiscientos sin hacerle un gol a nadie, apenas queda registrada una oportunidad clara, fruto de un penalti. Dos encuentros completos buscándole las vueltas a un equipo escaso de objetivos en la primera cita, y privado por completo de ellos en la segunda. Un adversario que aprovechó la visita del conjunto de mayor enjundia de la categoría para premiar con el debut a uno de sus juveniles. Miguel Prendes, centrocampista creativo.

El encargado de las luces del Dépor también está recién salido del horno de la cantera, aunque lo suyo haya sido un vuelta y vuelta para foguear el producto de Vilalba. En la roca con la que trabaja, Simón Lamas dio forma a Diego Villares, que aprendió en casa los secretos del cemento armado. Experimentar el Racing para desentrañar al Marino.

No hay mucho indispensable en la edición actual de portadores de la blanquiazul. Uno de ellos es su cerebro, inamovible desde que se produjo el traslado desde el Fabril, con la petición cursada antes de abrirse siquiera el mercado de invierno. Adquirido el desatascador, a coste cero, su nuevo dueño no ha dejado de emplearlo, aunque le viene pequeño al tamaño de la avería.

El Municipal de Miramar es un campo difícil que habría servido de atenuante si no fuera porque ha quedado dicho que para los bien dotados no valen las excusas y porque no ha pasado un mes desde que se disputó en Riazor el mismo partido. El del Marino y su muro impenetrable, aunque solo ponga la honra en juego. Ni por fuera, donde el entrenador concentró sus reformas, ni por dentro, taponado el embudo.

Probó Bergantiños, muñidor de esa conexión entre Rayco y Raí que el brasileño envió al limbo, y sobre todo Villares, constructor más allá de la posición y la compañía. Interior por la izquierda o la derecha, mediocentro en un doble pivote... De todo fue en hora y media que estrenó recibiendo una tarjeta con la que marcar el momento en que eligió la falta táctica. Se la devolvió enseguida Guaya, frenando su avance hacia un área vedada para los coruñeses durante el primer tiempo. En el segundo sí la pisaron y fue él, de nuevo. Siempre usando la cabeza. Antes, en un saque de esquina; luego, para coronar el buen centro de Bóveda con un remate destinado a la palomita. Ni siquiera un ojo aguzado por la costumbre encontrará mucho que rescatar de este naufragio. Acaso la idea de un proyecto a medio plazo y una luz para iluminarlo. Eso, si el Deportivo salva la tempestad en Riazor. Soria no es buen puerto.