Lara marcó e hizo justicia a un equipo coruñés que mereció los tres puntos, pero que padeció el acoso de un Guijuelo en inferioridad hasta el suspiro final

Pedro Barreiros
Redactor

El sol volvió a salir para un Dépor que las pasó canutas, pero ganó por fin. No podía ser de otra manera tras un inicio de año terrible. El equipo coruñés doblegó a un Guijuelo que se pudo llevar varios goles en la mochila, pero que sobrevivió y ni en inferioridad dejó de porfiar en busca del empate. El acierto de Lara supo a gloria a un cuadro blanquiazul que recupera la fe en alcanzar la fase de ascenso. El primer paso está dado.

En una tarde azul y ventosa, De la Barrera cambió medio equipo respecto al once de Coruxo. Hasta cinco novedades gestaron una revolución en toda regla. Tres de los titulares de Riazor ya habían salido de inicio en la segunda parte de O Vao (Héctor Hernández, Villares y Rayco), mientras Bóveda y Lucho García jugaban sus primeros minutos en muchas semanas. La novedad más significativa señaló a la portería, donde sin duda pasó factura la pifia de Carlos Abad en el primer gol del pasado domingo. Aún estaba marcado una sexta variación, con la entrada de Miku por Lara, pero el cedido por el Sevilla jugó finalmente como extremo derecho tras la lesión del venezolano en el calentamiento.

El Dépor pareció otro desde el pitido inicial. Especialmente en ataque. Llevaba más de medio millar de minutos sin marcar en Liga, pero apenas tardó ocho en generar una ocasión que ni pintada. Tan clara, que dolió no marcarla. Lara se escapó después de un magnífico pase de treinta metros de Villares y le brindó la pelota a Raí, que llegaba como un obús al punto de penalti, pero el brasileño, a placer, chutó fuera. Aún no se explica cómo la falló.

Pero el que no iba a salir de titular acabó acertando al filo de la media hora. Tras una jugada de todo el ataque blanquiazul, y con la entrada final por la banda de Héctor Hernández, Lara chutó a la red desde una posición muy parecida a la que Raí había disfrutado, aunque en esta ocasión rodeado de contrarios. El gol fue celebrado con rabia por todo el equipo, que comenzaba a sacudirse la negra sombra que le acompaña.

Para entonces, el Guijuelo, que se empleó sin contemplaciones con la faltas durante los noventa minutos, ya no era el puñado de nervios que saltó al campo, sino que demasiadas veces empujaba a la defensa del Dépor hasta la frontal del área. Los coruñeses respondían con su tridente de ataque, tan liviano, móvil y veloz, que nunca dejó de buscar las espaldas de la zaga salmantina. Antes del descanso, Rayco, que como delantero centro nunca pareció un novel, chutó a la media vuelta y sin ángulo tras un gran pase filtrado de Agbo, pero el meta visitante desvió salvador. El exfabrilista había reclamado poco antes en un forcejeo durante un balón parado un penalti que pareció claro.

Quizá el Dépor echó un vistazo en el descaso a los marcadores de sus rivales y vio los triunfos del Pontevedra y el Celta B, lo que convertía los tres puntos de Riazor en más obligados aún sin cabe, porque los nervios los dominaron de inicio. Tardó seis minutos en pasar el mediocampo y su estado de ánimo no mejoró luego, cuando Isma Cerro casi se aprovechó de un error en el área que obligó a Lucho García a echarse a los pies del delantero visitante.

Keko devolvió la tranquilidad y el Dépor volvió a semejarse al equipo de la primera parte, pero con el punto de mira muy desviado. En un suspiro marró tres buenas ocasiones. El madrileño se movió por la mediapunta, Héctor Hernández centró al segundo palo y el servicio de Villares a Rayco, que estaba solo en la frontal del área pequeña, acabó en la grada superior. También Raí perdonó poco después, cuando pisó y chutó colocado, pero fuera. Y hasta Villares, que presumió de pulmones, buscó el gol en un contragolpe en el que buscó la vaselina sobre Salcedo, pero le salió desviada.

De tanto perdonar, el Guijuelo, que poco después se quedó en inferioridad numérica tras una protesta de Kamal, rozó el empate a ocho minutos del final, pero Galán se adelantó a Cristóbal cuando este ya se relamía para empujar a gol en el segundo palo.