Buena intención inicial, mala ejecución final

TORRE DE MARATHÓN

ANGEL GARCÍA

17 ene 2021 . Actualizado a las 20:05 h.

Sí. Empatar contra el colista del grupo y el hasta ayer equipo con menos puntos de los 102 de Segunda B (ahora está igualado con el Villarrobledo y el Lorca) no es el resultado esperado cuando uno cambia de entrenador y está obligado a ascender. Si ese empate viene, además, acompañado por un marcador a cero y muchos minutos en los que ese peor equipo de la categoría te domina, el análisis se vuelve todavía más catastrofista. Y si a eso añadimos que una hipotética victoria del Celta B frente al Guijuelo dejaría al Dépor fuera de los tres primeros puestos, entonces ya habremos conseguido el complejo vitamínico apropiado para que alguno lo ingiera y aproveche para decir que estaba claro que el problema no estaba en el banquillo. Victoria parcial para el ventajismo.

Un análisis más allá del resultado y las estadísticas del partido no permite tampoco asegurar que la decisión de despedir a Fernando Vázquez fue acertada y, mucho menos, que Rubén de la Barrera es el recambio ideal. Pero sí que le da al coruñés un margen de confianza para que siga trabajando. Porque, el Dépor que saltó al Helmántico fue un Dépor distinto. Un equipo con personalidad. Que trató de tocar y, en ocasiones, se asoció bien. Con intención de llevar la iniciativa, de presionar al rival, de encarar... De convertir a sus futbolistas en protagonistas. Pero le faltaron automatismos y sobraron vicios adquiridos que habrá que anular. El equipo blanquiazul de los primeros 20 minutos está más cerca de parecerse a lo que se espera de él, que a lo que estaba siendo.

Por eso, tan injusto es decir que Fernando Vázquez tenía una plantilla para ganar todos los partidos por 5-0 como pensar que Rubén de la Barrera debería haber conseguido con solo cuatro días de trabajo lo que su antecesor no había logrado en meses. El cambio de planteamiento es tan brutal que no se puede llevar a cabo de la noche a la mañana.

Precisa tiempo. No tiene mucho, pero debe ser suficiente. Sobre el papel tiene ilusión, plantilla y el apoyo necesario. Él sí es una apuesta de Richard Barral y Alfonso Serrano, cuyo crédito futuro dependerá de la rentabilidad que su entrenador consiga sacar del plantel que ellos confeccionaron. El ascenso sigue siendo el único e innegociable objetivo. No lograrlo será indiscutible sinónimo de fracaso.