Riazor vuelve a cantar

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

Unos 3.000 aficionados regresaron al estadio con estrictas medidas por el covid y empujaron al Dépor a arrancar la liga con un triunfo sufrido y de ilusión

18 oct 2020 . Actualizado a las 21:46 h.

El estadio se reconoció a sí mismo tras un triunfo de los que hacen afición. El silencio clamoroso del extraño final de la temporada pasada tornó en canciones, gritos de ánimo y celebraciones. Siete meses después, la hinchada que nunca se rinde recuperó el lugar que le corresponde en Riazor para acompañar a su equipo en la inauguración de la temporada. Fueron apenas 3.000 gargantas que han recuperado el lugar en el fútbol del que nunca debieron salir. Por fin el fútbol se pareció al fútbol.

La afición, destacada por su amor a unos colores que la temporada pasada languidecieron jornada a jornada hasta el atropello final, insufló al Deportivo su espíritu en el arranque de esta temporada que todos quieren ver como una toma de impulso antes de regresar más fuerte que nunca a la élite. Nadie se imagina otro final y ayer Riazor puso la primera piedra de una escalada que solo puede acabar en la cima.

El Dépor recuperó el alma. Los jugadores saltaron al campo mirando a la grada y se marcharon otra vez con los ojos clavados en el corazón de este Dépor. Entre uno y otro instante, el partido de un equipo con alma y del que sus seguidores se sintieron orgullosos. Huérfanos durante meses, equipo y afición se reencontraron en unas circunstancias aún dolorosas y restringidas a apenas una mínima parte de los casi 35.000 asientos del estadio, pero se besaron de nuevo al fin.

La afición siguió los protocolos establecidos y mayoritariamente ya ocupaba sus localidades, bien separadas unas de otras, desde un cuarto de hora antes de que el balón comenzase a rodar. Ovacionó así el retorno del Deportivo a los vestuarios tras el calentamiento, como lo había aplaudido cuando saltó al campo. Tantas ganas había de volver a abrazarse y dedicarse alegrías o penas, la vida en definitiva.

La ovación a Bergantiños y Fernando Vázquez cuando las alineaciones atronaron en la megafonía sirvieron de aperitivo a partido que tornó demasiado pronto en nervios. Solo el comportamiento ejemplar de la grada a la hora de respetar las distancias y esperar las indicaciones aguantó las maneras frente a un Dépor que vio cómo la grada enarbolaba sus banderas y le recitaba su amor, pero apenas recibía nada.

Pero la afición nunca dejó de creer que el triunfo se escondía al final del pedregoso camino que su equipo pintó en el partido. «Ti es o noso amor», le gritaba la grada en un afán por dar confianza a un equipo que no ha empezado la temporada nada sobrado. Solo las pérdidas de tiempo del Salamanca probaron el aguante de los aficionados, mientras soplaban en las velas de un equipo que, como ellos, nunca dejó de creer. Por eso entre todos pusieron la rosca de Gandoy y juntos auparon a Bóveda para que rematase a la red mucho más que tres puntos para el casillero. Ganó la ilusión por una temporada que solo podía comenzar así.