El Deportivo empieza su duelo

TORRE DE MARATHÓN

LOF

Aún con opciones de permanencia, las sensaciones transmitidas son las de un conjunto hundido

18 jul 2020 . Actualizado a las 00:40 h.

Del viaje hasta la orilla quizá se puedan rescatar un par de tablas sobre las que acabar montando un equipo. Más allá del lunes, de julio y de los primeros ecos de esta temporada infame. Cuando concluya la etapa de negación, en la que el Dépor lleva anclado varios años. Cuando se borre la ira que producirá ver a unos cuantos de los dieciséis de Anduva, y de los más de treinta que han prestado servicio este curso, triunfando en defensa de su nuevo escudo, como otros hicieron antes. Cuando cada deportivista haya negociado por su cuenta un «y si...» para cada punto perdido (eso tomará tiempo). Cuando todo lo que no es el fútbol dé por fin alguna alegría y algo similar a la aceptación complete las fases del duelo. Puede que entonces sea posible ver en Mujaid un inmenso valor de futuro, en Bergantiños un capitán en las malas, en la cantera una mina. En Fernando Vázquez, al entrenador entregado al club; el de las siete victorias consecutivas y el balance favorable; el del «pase, lo que pase, estamos contigo». Pero no será hoy, ni será el lunes. Aunque el Fuenlabrada se equivoque en Riazor, y el Cádiz o el Mirandés completen la faena que ahora queda en pies de terceros. Las tres últimas citas han sido demasiado duras. Solo podían concluir con Dani Giménez en el área opuesta, tratando de repetir otro rebato como el de la Ponferradina. Al fondo del saco de los milagros se llegó con el objetivo a apenas una victoria. Con la fiesta en los fuciños.

Después de obsequiar al aficionado con hora y media soberbia, repartida en dos dosis de cuarenta y cinco minutos, frente al Tenerife y el Huesca, el conjunto que abrió la temporada reapareció para cerrarla. En mala hora. Impotente en cada línea. Las paradas de su portero quedaron en un desquite del gol cedido al Extremadura, y un tiempo extra para la amargura. Como cada intervención de Mujaid, que se metió en nueve duelos y los ganó todos; y dio 43 pases y 42 fueron buenos. Migajas, porque Merquelanz ya había marcado y setenta minutos con su descuento no iban a ser suficientes para darle respuesta.

Valdrían, en todo caso, para volver a enviar al campo a todos los arietes disponibles. Recordándole al espectador que Santos solo vive de servicios potables en el área —ni un solo remate, ocho duelos perdidos (de trece), once balones entregados al contrario—, que Sabin atesora recursos, pero se ha bajado ya de la ola buena, y que Beauvue...

Dieron, sobre todo a partir del descanso, para una exhibición de malos finales. De servicios entregados al vacío. Veinticinco centros metió el Dépor que salió del vestuario a la caza de una proeza. Cuatro el Mirandés, que se jugaba la honrilla, como el adversario del pasado domingo. No iba a hurgar en la herida ni a emplear tretas para conservar la ventaja, pero tampoco regalar oportunidades a quien no las merecía. Si Vallejo pisaba la cal del costado y luego la de fondo sin nadie que le importunara, qué menos que un receptor para el pase atrás; no todo lo iba a poner el anfitrión. Si se permitía el centro a Mollejo e incluso a Aketxe, lo mínimo era asomar una cabeza interesada en zona de remate.

El hambre volvió a poder con el Dépor, históricamente ineficaz frente a quienes pelean por la honrilla. Esta campaña ha servido para apilar otros nombres en la lista de agraviantes. Y poco más. Quizá deje también una lección, pero será después del duelo.