Vicente Celeiro asoma por Miranda de Ebro

TORRE DE MARATHÓN

XOSE CASTRO

16 jul 2020 . Actualizado a las 22:30 h.

Control con el exterior del pie derecho, sutil toque para acomodarse el balón, remate y gol. El gol. Vicente Celeiro marca en el minuto noventa y tantos al Racing de Santander y el Deportivo evita en 1988 un descenso seguro a Segunda B y una posible desaparición. No va más para el equipo blanquiazul a partir de ahora. Una temporada desesperante le deja sin margen de error. Necesita ganar para no fiar su supervivencia a los resultados de otros equipos. Con algunas diferencias, vuelve a la agonía de aquella tarde de mayo de 1988 en el viejo Riazor de pistas de atletismo, pipas y olor a puro, aunque después de la visita de esta noche a Anduva todavía falte otro partido en casa contra el Fuenlabrada.

Tuvo el Deportivo en aquella campaña 1987-88 hasta tres entrenadores, como en este ejercicio para olvidar. Eusebio Ríos y Luis Rodríguez Vaz enfilaron entonces el mismo camino que esta temporada Juan Antonio Anquela y Luis César, mientras que Fernando Vázquez remite en cierto modo al papel de un nuevo Arsenio Iglesias en el imaginario del deportivismo.

Ya no es tiempo para despistes, para penaltitos por manos inocentes o agarrones innecesarios, para entradas a destiempo que cuestan expulsiones, para cesiones absurdas que regalan goles, para manotazos que se cobran tarjetas.

El futuro del Deportivo descansa sobre un último arreón de profesionalidad de un bloque que ha desesperado a la afición durante meses, y al que ya solo cabe exigirle un ejercicio de concentración y esfuerzo de 90 minutos. Condenado a salvar la temporada en una atmósfera desangelada en Anduva, pero que ojalá reviva agarrado al espíritu infatigable de Vicente Celeiro, el delantero que encontró el gol de su vida cuando ya nadie creía en el milagro.