Los futbolistas del Deportivo, empeñados en hacer el ridículo

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso REDACCIÓN / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

13 jul 2020 . Actualizado a las 00:53 h.

De todos los problemas que sitúan al Deportivo ante uno de los escenarios más penosos de su historia, solo uno no puede encontrar un remedio a tiempo. El timo de la actual plantilla. La deuda, la inestabilidad institucional, las sacudidas como consecuencia de la crisis del coronavirus, la estructura hipertrofiada de la entidad y hasta las amenazas de buitres que siguen merodeando alrededor del club, todos los frentes estaban camino de resolverse gracias a unos últimos meses de vértigo que deben dejar al equipo en Segunda División como mal menor. Pero el penoso deambular de estos futbolistas convencidos en pasar a la historia como los auténticos enterradores de un club centenario no encuentra un final. El esperpento de partido ante el Extremadura debería de haber marcado el momento en el que esta plantilla tocó fondo antes de ofrecer un arreón final de dignidad que salve por lo menos la plaza en la categoría.

Pero el delirio ante el equipo de Almendralejo no representa más que el día de la marmota. Porque el Deportivo en realidad prolonga un bucle autodestructivo. Lleva años tocando fondo, dando pena, repitiendo el ritual de la asunción de los errores, el propósito de enmienda y la promesa de una reacción para al menos ir tirando. Pero nunca llegan los buenos tiempos. El enésimo peor partido del año. El enésimo ejercicio de impotencia. El enésimo entrenador apagafuegos. Fernando Vázquez zarandeó en enero a un grupo de futbolistas que cuesta mucho y rinde nada. Y de su talento para remover el avispero del vestuario nació la reacción que primero en invierno y luego al empezar el verano permitió pensar en una permanencia para olvidar. En un decimoctavo puesto como mínimo alivio.

Fue un espejismo. Cuatro chavales del filial del Extremadura y un grupo de jugadores sin más motivación que defender su dignidad pese a haber descendido dos días antes desnudaron otra vez a la plantilla del Deportivo. Con dos partidos en ocho días no hay margen para más medida que no sea recordar quiénes llevaron al club a una situación que pone en riesgo su supervivencia, quiénes parecen empezados en ser los enterradores del escudo. Porque el Deportivo del futuro tiene que pasar por una revolución en el campo. Muy pocos, después del ridículo perpetrado en un partido casi sin retorno, pueden continuar.