Míriam Ríos, el adiós de la María Pita blanquiazul

Iván Antelo A CORUÑA

TORRE DE MARATHÓN

Eduardo Pérez

Fue una de las mejores delanteras de Galicia hasta que una lesión casi la retira. Luchó y acabó alcanzando el sueño de jugar en su Dépor, como central, en el ocaso de su carrera

16 may 2020 . Actualizado a las 04:00 h.

Tenía claro que iba a jugar en el Deportivo, mucho antes de que Tino Fernández se plantease incluso ser presidente. Lo decidió siendo niña. Con apenas 7 años. Poco después del penalti de Djukic y poco antes del gol de Alfredo en aquella final de Copa inolvidable de 1995. «¿Si Bebeto marca goles en Riazor, ¿por qué yo no?», se preguntaba. Era la ingenuidad de una niña.

Pasaron los años y Míriam desarrolló su pasión, el fútbol. Encontró en el Orzán su casa y ascendió y descendió las veces que hizo falta entre categoría nacional y autonómica, sin dejarse tentar por los cantos de sirena. Tuvo la opción de probar en el Barça, de irse al Real Valladolid, cuando era una consumada goleadora. De las mejores de Galicia. Pero a una coruñesa de pura cepa como Míriam no le resulta fácil abandonar la ciudad de cristal y ella apostó por quedarse. Se hizo árbitra y entrenadora. Porque los niños son su otra pasión, de ahí que también estudiara para ser educadora infantil.

El fútbol no fue del todo justo con ella y una grave lesión de rodilla casi la retira. Perdió la explosividad que tenía en sus inicios, pero la suplió con inteligencia. Retrasó su posición hasta la de central, para aprovechar toda la experiencia ganada con los años y además marcar un buen número de goles en las jugadas a balón parado. Porque donde muchos (ellos y ellas) cierran los ojos, ella iba con todo.

A punto de cumplir los 29 años, empezó a hablarse de la creación del equipo femenino del Dépor, a través de una fusión por absorción con su Orzán. El entrenador iba a ser además el técnico que más jugo había sacado de ella, Manu Sánchez, pero nunca se atrevió a decirle nada hasta que llegó su hora y hablaron con ella. Era su sueño. Lo iba a cumplir.

Formó parte del primer Dépor femenino. Pero también del segundo, del tercero y del cuarto. Fue la encargada de transmitir lo que es el sentimiento blanquiazul a todas y cada una de las que se iban incorporando. Míriam supo adaptar su rol a medida de que el nivel de exigencia subía. Pasó de ser una central insustituible a tener una presencia prácticamente testimonial. Acabó siendo una suplente ejemplar, de las que animan a las compañeras en vez de poner malas caras al entrenador. Valores que la llevaron a ser elegida para interpretar a una particular María Pita en una campaña del club. «¡Deportivistas, quen teña honra que me siga!».

Con 32, le llegó la hora de despedirse. Sin reproches. Todo gratitud. El Dépor le ofreció seguir en el club, pero ella quiere continuar jugando al fútbol. Adiós a la María Pita blanquiazul. Aunque posiblemente sea un hasta pronto.