El Deportivo es una vergüenza de once piezas

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

La Ponferradina chutó 14 veces más a puerta con menos posesión y superó al Deportivo en casi todos los registros medibles

15 dic 2019 . Actualizado a las 20:46 h.

La realidad es cruda. Y el fútbol del Deportivo también. Crudo e intragable. La afición pide clemencia. «Jugad a algo, por favor», se podía leer en una pancarta ubicada en la zona deportivista de las gradas del Toralín. Pero las súplicas tampoco funcionan.

Pocos planes resultan tan desagradables como presenciar un encuentro de los coruñeses. Si el negocio del balompié dependiese del Deportivo, se iría a la bancarrota. Su afición asiste a cada representación decadente de algo que pretende ser fútbol como Alex DeLarge en La naranja mecánica. Obligados a mirar aunque no quieran. Pero sin música de Beethoven.

El equipo que dirige Luis César es la excepción a la norma que dice que de todo lo malo se puede sacar algo bueno. No hay ni un solo síntoma vital sea cual sea la alineación y su inicio fingidamente vigoroso en Ponferrada fue como la mejoría previa a la muerte que presentan los enfermos que están ya en cuidados paliativos.

CESAR QUIAN

En el Toralín, la primera estocada llegó de cabeza. Igual que ante el Elche, el Extremadura y el Zaragoza. Si la pasada jornada ante los maños, tres defensores fueron incapaces de saltar más que Guitián, contra la Ponferradina fue Yuri el que remató cómodamente un centro que atravesó el campo con la complicidad de la zaga blanquiazul. Porque frente a los coruñeses, cualquier cabeceador con unos argumentos mínimos se convierte en la Luftwaffe sobrevolando Londres durante el Blitz. Con la gran diferencia de que los ingleses encontraron en aquellos bombardeos masivos un maná de motivación e ira en la guerra contra Hitler y el Deportivo saca la bandera blanca en el mismo momento en el que escucha ponerse en marcha las hélices rivales. El concepto resiliencia hace tiempo que no existe en el diccionario del destacado colista de Segunda División.

El guion tras el gol fue el previsto y el previsible. Shock, descomposición y un segundo tanto antes de dar paso a la espera por el descanso que volvió a no arreglar nada. Para el segundo acto solo quedaron una infinidad de pases horizontales de un equipo que no solo no da espectáculo, sino que amarra egoístamente la posesión de pelota para no hacer nada. Con un 12 % menos de posesión, los bercianos dispararon 14 veces más.

El conjunto coruñés es incapaz de gestionar situaciones y cualquier roce acaba en hemorragia. Nombre a nombre se explica por qué cada semana el Deportivo es más último. El portero hizo dos paradas y encajó dos goles; el lateral derecho no es ni profesional, ni lateral derecho; un central se pasa el partido pidiendo perdón y el otro es incapaz de no ahorrarse la segunda amarilla en el último minuto del partido; el lateral izquierdo perdió el único duelo aéreo que disputó. Y fue gol. Bergantiños y Peru perdieron el doble de balones que sus homólogos de la Ponferradina en una quema de la que solo se salvó Vicente. La apuesta por los extremos fue un rotundo fracaso. Borja Galán puso cinco centros, solo uno fue rematado y de los cuatro míseros regates que intentó en 90 minutos le salieron bien dos. Una hazaña al lado de lo de Jovanovic, que tocó una vez el balón en 45 minutos. Tampoco hubo goles de un delantero centro, que no es un delantero centro y que tiró una vez a puerta en todo el partido.

El Tenerife, también incrustado en el descenso y al que Somma ya le ha hecho el primer regalo, será el próximo rival.