El Deportivo quita las ganas

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

La afición pierde el interés por un equipo sin sustancia que no provoca ya ni el bullicio del descontento

09 dic 2019 . Actualizado a las 11:51 h.

«¿Lo oyen? Es el silencio». Albert Rivera saltó al campo a conquistar un país y se puso a hablarle del miedo. En solo cinco palabras comprimió una pesadilla. Fue el canto del cisne de su partido, que no ayudó a formar gobierno pero regaló un extraordinario material para memes. Escenificó de paso el descalabro de quien llegó para toserle al bipartito y se fue apagando, fundido por la soberbia, hasta perderse incluso de vista para el interés general, que es lo peor que puede ocurrir cuando eres una formación política o un equipo de fútbol. El silencio es la parca. Si hay bullicio, sigues vivo.

El volumen ha bajado en Riazor. Pronto será innecesario subir la megafonía hasta lo indecente para camuflar los silbidos. Desaparecerán también los abucheos y solo los números dirán si al Deportivo le queda un hilo. Habrá entonces menos de la media entrada que aún soporta la fase de liquidación; entreteniéndose a veces con una víctima voluminosa como Longo, que buscaba un hogar y ha encontrado un suplicio. Ayer pidieron para él selección los mismos que antes la habían pedido para Lucas, cebándose en la presunta desgana del italiano, quien no fue ni de lejos el menos interesado por la cita.

La criba del escudo

A la desgana se apuntaron varios. Abajo y arriba. Muchos, tras pagar entrada, convencidos de que a la 18 sería. Víctimas de la ilusión tantas veces vendida según la cual cada encuentro sin ganar aproxima la victoria, aunque solo sea por alterar la rutina. Pero la estadística es como el Cholo, va partido a partido. Y la bolita vuelve al negro, a que Dani Giménez la recoja en su portería. Luego acude el portero a zona mixta y allí desliza entre su discurso una posible explicación a la apatía: «Al equipo no le está afectando la situación institucional. A los jugadores no nos llega la realidad. Le puede llegar a quien lleva esto en el corazón, como Álex o gente de la cantera, o a quienes tenemos más afinidad». La criba del escudo.

Serán los señalados, los últimos en bajar los brazos, respondiendo al eterno reclamo de testosterona que disimule carencias groseras; capaces de mandar a Segunda B al último en bajarse hace seis meses del tren a Primera. Donde los días felices.

Época que vivió, ya en picado, Víctor Fernández. Ahora de visita en Riazor como el viejo conocido que se pasa por la habitación del enfermo para acompañar su agonía. Echó un vistazo y comprobó que seguía fuerte su frase sobre la autodestrucción, de la que luego quiso desentenderse en sala de prensa. La cambió por una reflexión, ya como espectador: «Con fractura es muy complicado avanzar. La falta de recursos humanos y técnicos se disimulan si todo el mundo va en la misma dirección». Pidió ajustar cuentas a finales de junio y que hasta entonces la gente «tenga un poco de cariño y de perdón». Y que haga ruido.