Este Dépor roba hasta las ganas de creer

TORRE DE MARATHÓN

Alberto Nevado Piqueras

02 nov 2019 . Actualizado a las 19:08 h.

La blanquiazul seguro que no es la mejor afición del mundo, porque mejores aficiones del mundo hay tantas como clubes. Cada uno cree que la suya es insuperable. Sin embargo, sí que es quizá de las que más fe tienen. No hace falta retrotraerse más allá de 1983 para recordar un mundo de ocasiones en las que Riazor creyó. A veces con recompensa, otras con lágrimas. Pero creyó hasta el final.

Cierto que tantos han sido los palos sufridos que siempre hubo cierto pesimismo. El optimismo no es gallego. Pero siempre hubo ese punto de creencia. Aquel 22 de mayo, cuando el Rayo se puso 0-2 a los pocos minutos de iniciado el segundo tiempo, se confió en una remontada épica que no llegó.

La afición no dejó de creer en equipos bastante justitos que de la mano de Aranguren o Eusebio Ríos llegaron a luchar por insospechados ascensos. No dudó de que aquel Santander de Mauri iba a acabar rompiendo por alguna costura para que Vicente lograra la salvación. Llegó a pensar que ni Soriano Aladrén sería capaz de robarle la ilusión de disputar una final de Copa. Empujó fuerte para convertir en alegría el sufrimiento de Arsenio y Lasarte en el Villamarín. Trató de ayudar a Djukic a coger el aire que le faltaba para tirar el penalti. Hizo saltar a Alfredo como nunca ante Zubizarreta un año después. Dirigió la cabeza de Donato para batir al Espanyol el 19 de mayo del 2000. Supo que podía llegar a cantar el cumpleaños feliz en el Bernabéu. Soñó con recorrer los mejores campos de Europa ganando partidos de Champions. Incluso llegó a pensar que podía levantar el título continental.

Este año, sin ir más lejos, no hicieron falta más que 45 decentes minutos en Santander, frente al penúltimo para que la hinchada se viniera arriba. Pero volvió a demostrarse que la bacalá de esta temporada está siendo tal que este Dépor está quitando a su gente hasta las ganas de creer.