Luis César, 20 años de banquillos a la espera de esta oportunidad

TORRE DE MARATHÓN

XOAN CARLOS GIL

08 oct 2019 . Actualizado a las 13:34 h.

Un verano dejó de ser futbolista y se convirtió en entrenador. Como llevaba años preparándose para ese momento, para la tarde en la que Isidro Silveira le dio las riendas del Racing de Ferrol, no sintió vértigo al empezar a dar órdenes a sus antiguos compañeros. Al modesto lo convirtió en audaz, al recién llegado a Segunda después de 22 años en el pozo lo puso a presionar en campo contrario durante una etapa de cuatro temporadas que desembocó luego en su ascenso a Primera con el Nàstic. Aquel Luis César del 2000 es hoy otro. En cada plaza por la que pasó, trató de curtirse; en cada parón sin entrenar, intentó completar su formación y sus influencias. Y ahora que cumple un viejo deseo, el de entrenar a uno de los grandes, es como si llevase preparándose para el debut en Riazor durante sus 425 partidos anteriores. Es el bagaje que lo convierte en el sexto entrenador con más encuentros en Segunda.

Ese conocimiento de la categoría representa su primer aval para asumir un Deportivo que atraviesa una situación delicadísima. Con el equipo antepenúltimo, necesita una reacción prácticamente inmediata. Entrenador alérgico a las etiquetas, Luis César ha ido desprendiéndose de ellas a medida que se convertía en un técnico con una premisa por encima de todas: el rendimiento. Alejado de dogmas, aplica una obviedad muchas veces infrecuente en el fútbol, adapta su propuesta a los jugadores y el contexto al que se enfrenta. «Qué mal entrenador era en el 2000», indicó a La Voz hace tres años, en una frase que resume su gusto por hablar de fútbol y debatir alejado de tópicos y verdades absolutas.

En Riazor asume Luis César un reto complicado, en un equipo que vive su crisis más grave en tres décadas. Las grandes oportunidades no se elige cuándo tenerlas, sino que se aprovechan. Entrenador gallego y afincado en Ares desde hace casi 20 años, con la maleta siempre lista, no contará con el vínculo emocional que el club pretendía en un principio establecer con un técnico con pasado blanquiazul. Desde hoy deberá hacer valer sus conocimientos, gestión de grupo y habilidad para calmar un entorno desilusionado y la eterna desconfianza hacia el banquillo de una grada golpeada por demasiadas decepciones.